viernes, 16 de diciembre de 2011

Completar la Transición: primer paso el #18D

          Como siempre comenzaré con una pequeña aclaración del título de esta entrada. Obviamente me refiero a la llamada Transición española que supuso el paso del franquismo a una monarquía parlamentaria, esto es, de la dictadura a la democracia. Existe quien considera que dicho paso ha sido ya completado y quien, en el extremo opuesto, defiende que no existido tal paso. Para los primeros de lo que yo voy a hablar no es de "completar la Transición" sino de llevar a cabo una 2ª Transición, y para los segundos de lo que hablaré es de algo que no se puede completar porque nunca comenzó, luego de un auténtico principio. ¿Por qué yo escojo hablar de una Transición incompleta, y no alguna de las otras dos opciones? Primero, contra lo que dicen quienes rehusan admitir su existencia, porque es innegable que no seguimos viviendo bajo una dictadura, luego un cambio hubo. Y segundo, contra lo que dicen quienes niegan que dicho cambio haya sido imperfecto, porque es un hecho que la Transición tuvo lugar en unas condiciones en que muchos de sus protagonistas hubieron de hacer renuncias no solo en aras del consenso, sino también coartados por la amenaza de la vuelta al anterior estado de cosas y por la ignorancia acerca de los resultados de las reformas que estaban llevando a cabo (dada la prácticamente nula tradición democrática de este país). No quiero en ningún caso hacer juicios retrospectivos, creo que dadas las circunstancias poco mejor se pudo hacer lo que se hizo, pero ese respeto al pasado no puede condicionar nuestro presente: hay cosas que no se hicieron y quedan pendientes y hay cosas que sí se hicieron y no han dado el resultado esperado.
          España es ahora un país en que resulta impensable perder la normalidad democrática (y más si es cierto que estamos viviendo el final del terrorismo de ETA), o en el que en cualquier caso es impensable que haya algo así como un golpe de Estado, una dictadura o una guerra civil, y por ello podemos repensar el modelo de Estado sin vernos atenazados por el miedo a estas amenazas que sí atenazaban (y con razón) a quienes comenzaron la Transición que ahora debemos acabar. ¿Y con qué medios y hacia qué fines? El medio no puede ser otro que el mismo que guió la Transición desde el principio: el consenso. Los fines... precisamente escribo aquí para señalar hacia dónde creo que debería tender la Transición, pero básicamente deberían tender todas las reformas hacia una única realidad: hacer de nuestra democracia una democracia mejor. ¿Es esto posible? O hay democracia o no la hay dicen algunos, si esta democracia ha de ser corregida es que no es una democracia auténtica. No lo veo así. Hay una serie de condiciones necesarias y suficientes para la democracia (garantía de derechos civiles, soberanía popular y pluralismo político) que se dan en la nuestra, pero una vez cumplidas dichas condiciones hay numerosas variantes de modelo de Estado que hacen mejor o peor dicha democracia (por ejemplo, la soberanía popular puede ejercerse mejor o peor, el pluralismo político tener más o menos presencia...). Creo que nuestra democracia es mejorable porque arrastra unos lastres del pasado que hipotecan su presente, lastres que básicamente figuran en su Constitución, y por ello creo que la reforma básica que completaría la Transición sería la reforma de la Constitución.
          ¿Cuándo, cómo? Cuando haya una mayoría (que está formándose a día de hoy) de ciudadanos que entiendan que es necesario hacerlo, pueden pasar dos años, pueden pasar ocho, se hace camino al andar y no hay prisa porque vamos lejos. Ahora la prioridad se la llevan la crisis económica y sus consecuencias, pero las grandes crisis económicas han conducido a cambios políticos (generalmente limitando la democracia, en nuestra mano está lograr que aquí ocurra lo contrario). Insisto en que el impulso que debe guiar este proceso es el ánimo de consenso, porque solo el acuerdo entre todas las partes puede hacer que dure un contrato, y un contrato es lo que es una Constitución, y debe hacerse para durar. El consenso y un principio de utilidad, esto es, la idea de buscar el mayor bien para el mayor número, con el límite siempre de los derechos civiles de todos los ciudadanos. La mayoría de ciudadanos impulsará una mayoría parlamentaria partidaria de la reforma, y esta habrá lugar. En democracia no hay otro modo, no hay atajos, porque manifestarse no es un atajo, y la desobediencia civil tampoco, son las armas de que dispone el ciudadano previstas dentro de la misma democracia para hacerse oir y para crear conciencia, más allá del sufragio. Y por ello si queremos que nuestros representantes cumplan con el deber de ejercer la soberanía en nombre del pueblo, debemos manifestarnos, debemos hacer visibles nuestras demandas, debemos luchar pacíficamente por el cambio. El cambio social llevará al cambio político, porque si ocurrió en el franquismo con más razón debería poder ocurrir en la democracia. Por primera vez en mucho tiempo son muchos quienes han votado a partidos que abogan por reformar la Constitución (solo entre UPyD e IU, más de dos millones y medio, y con todas sus enormes diferencias deben aprender a estar juntos en esto, junto con los votantes de otros muchos partidos reformistas como Equo), algo está cambiando, y en este cambio una pieza clave será el PSOE, que tendrá que elegir entre sumarse al reformismo o encastillarse en el inmovilismo que a día de hoy comanda con el PP, que también llegado el momento tal vez se vea obligado a evolucionar hacia posiciones reformistas. ¿Por qué? Porque a esta Constitución empiezan a vérsele mucho las costuras, tanto que ya se las ve casi todo el mundo salvo aquellos que no ven porque no quieren ver, o porque se benefician precisamente de las imperfecciones del sistema y por ello les conviene conservarlas. Pero esta postura cínica era más fácil de mantener antes, ahora tienen voz partidos que señalan sin pudor los descosidos de esta democracia y el 15M ha despertado a la ciudadanía de su letargo autocomplaciente. Creo sinceramente que el 15 de Mayo de 2011 marcó el principio del fin de la Transición, o al menos estoy dispuesto a luchar porque así sea.
          He aquí mi propuesta de reforma de la Constitución, creo que cuáles son los aspectos a tratar es evidente, otra cosa es la solución que quepa adoptar. Aquí propongo la mía, pero la única buena será aquella que alcance un consenso amplio. Defiendo que mi propuesta no es ideológica porque los cambios y añadidos a la Constitución son de carácter formal (incluso el de la renta básica, pues la libertad negativa que conceden los derechos civiles y políticos es insuficiente y son necesarias medidas de libertad positiva, porque sin medios para ejercer la libertad no hay realmente libertad) y todos redundan en una ampliación de la soberanía popular y de la neutralidad del Estado.

          1/ Ley electoral justa. Personalmente optaría por una circunscripción única, con un Congreso de 400 diputados y donde los votos en blanco se contabilizaran para el reparto de escaños.
          2/ Separación de poderes. Básicamente habría que independizar el poder judicial del legislativo, los propios jueces deberían escoger a los miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial.
          3/ Principio de subsistencia. Presente en la Constitución alemana, es semejante pero no equivalente a una renta básica y garantiza (o debería garantizar) que no exista la exclusión social. Los ciudadanos en riesgo de exclusión social percibirían una ayuda que no es una renta fija, sino proporcional, estableciéndose un mínimo para gastos de vestimenta y alimentación además de vivienda y energía (dentro de unos límites).
          4/ Cauces de participación ciudadana. ¿No deberían leyes orgánicas como las de educación ser refrendadas mediante referendum? Tal vez así no habría una nueva ley de educación con cada nuevo gobierno, pues cualquier propuesta sometida a referendum que quisiera salir airosa debería contar con un amplio consenso. La propia Constitución debería contemplar que algunas leyes no puedan ser aprobadas sin consulta popular (por no hablar de los cambios en la propia Constitución), así como facilitar la presentación de iniciativas legislativas populares (a día de hoy una tarea hercúlea).
          5/ Estado laico. Bastaría con que el artículo 16.3 de la Constitución quedara redactado así: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal". En cuanto a las razones para este cambio me remito a la entrada anterior Laicismo para dummies.
          6/ República. Sencillamente es más democrático un Estado en que el Jefe de Estado es elegido por la soberanía popular y no por su pedigrí.
          7/ Nueva organización territorial. El estado de autonomías tal cual está no ha funcionado, para algunos la autonomía es demasiada y para otros poca, a nadie le parece la autonomía justa. Este tema es el más complicado de resolver, mi propuesta de consenso sería un modelo federal de estados (en principio Cataluña, País Vasco, Galicia y resto de España) siguiendo el modelo de los Estados Unidos. Me veo incapaz de abordar este problema en estas pocas lineas, pero apuntado queda.

          De estas reformas algunas me parecen absolutamente indispensables, irrenunciables para tener una democracia completa, otras menos (por ejemplo, la monarquía parlamentaria me parece un mal menor, si la figura del monarca sirve para cohesionar). En cualquier caso la reforma buena sería aquella acordada por una amplia mayoría del Congreso y refrendada mediante referéndum también con una amplia mayoría, yo aquí solo quería sugerir algunas líneas de reforma.
           ¿Es esta una hoja de ruta para el 15M? No. El 15M no debe renunciar (mientras no quiera hacerlo) a asambleas de barrios (gracias a ellas ha despertado una solidaridad vecinal dormida), parar desahucios (o incluso realojar en edificios vacíos) y combatir las redadas racistas. El 15M sigue, o debe seguir siendo, un movimiento plural, sin un programa único sino rico en propuestas e iniciativas que se ajusten a dos criterios: independencia de partidos y sindicatos (aunque se pueda coincidir y colaborar con ellos) y defensa de la democracia y la justicia social. No obstante creo que el 15M puede ser la punta de lanza de un frente reformista al que se sumen partidos, organizaciones y ciudadanos ajenos al 15M. El primer punto de reforma que destaco es el que más amplio respaldo ha tenido dentro del movimiento del 15M desde el principio (la demanda que más veces ha aparecido en las asambleas, en el buzón de la acampada de Sol, en esas asambleas virtuales que son twitter y facebook), y por ello el primer gran paso para completar la Transición es este domingo, #18D, en que saldremos a la calle para defender el principio "una persona, un voto", para protestar por una ley electoral injusta. Porque si el único cauce para la participación ciudadana en esta democracia es el voto cada cuatro años, y a efectos prácticos no todos los votos valen lo mismo, entonces se están desfigurando los tres aspectos básicos de la democracia: la libertad, la soberanía popular y el pluralismo político.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Laicismo para dummies

          Hace unos días (concretamente el 27 de noviembre) me desayunaba con una noticia de titular algo sensacionalista en el diario Público http://www.publico.es/espana/409151/rouco-exige-al-pp-un-retroceso-hacia-la-religion-obligatoria que auguraba la vuelta del peor aspecto de la LOCE. Cito el artículo: "Durante su intervención en el Congreso de Escuelas Católicas, que ayer clausuró el Ministro de Educación en funciones, Ángel Gabilondo, Rouco Varela insistió en la 'urgencia' de que se recupere el sistema educativo anterior, especialmente en lo tocante a un 'área educativa de valores', en alusión a la de Sociedad, Cultura y Religión presente en la LOCE, que entre otras cuestiones obligaba a los alumnos a elegir entre recibir formación religiosa confesional u otra no confesional. Pero que consagraba la presencia del hecho religioso en la escuela." En sintonía con esta demanda del Presidente de la Conferencia Episcopal están las manifestaciones de Benedicto XVI que habla de unos años de "laicismo radical" en España, coincidiendo con el gobierno del PSOE.
          Dado que estos últimos años, al igual que todos los que les precedieron, han sido más bien de "laicismo inexistente" en este país, me siento en la obligación de escribir un breve artículo explicando en qué consiste realmente el laicismo, y por qué la democracia española, si realmente quiere serlo, debe convertirse en un Estado laico. Pero antes de eso, y para no condicionar su validez a la del resto del artículo, me gustaría comenzar con un argumento en contra de esa petición de Don Antonio María Rouco Varela.

          El argumento que dan quienes defienden la presencia de la religión en los centros de educación públicos es más o menos el siguiente:

                    La educación aspira a la formación integral de la persona y
                    la religión forma y ha formado parte de la cultura humana desde la noche de los tiempos,
                    luego una educación que escamoteara el hecho religioso no sería integral,
                    y por tanto una educación que escamoteara el hecho religioso no sería educación.

          Y esto último es una contradicción, luego se deduce que la educación ha de incluir el hecho religioso. Pero sintiéndolo mucho la conclusión de este argumento no es válida por varias razones, una reducción al absurdo me permitirá mostrar la primera de ellas:

                    La educación aspira a la formación integral de la persona y
                    la violencia forma y ha formado parte de la cultura humana desde la noche de los tiempos,
                    luego una educación que escamoteara el hecho violento no sería integral,
                    y por tanto una educación que escamoteara el hecho violento no sería educación.

          ¿Qué cabe deducir de esto, que debería haber una asignatura específica sobre la violencia? O mejor, ¿debería haber dos, una en que se estudie la violencia como hecho y otra en que se incite a la violencia? No, lo que se deduce del anterior argumento, por lo absurdo de la conclusión a la que nos lleva, es que el primer argumento no es válido, y concretamente no lo es porque se trata de una falacia naturalista, esto es, mezcla lo descriptivo (los hechos, el "es") con lo prescriptivo (los valores, el "debe"), pero no se sigue lógicamente de que algo sea, o de que sea de determinada manera, que deba ser así. Del hecho de que las mujeres lleven en nuestra cultura el pelo largo más a menudo que los hombres no se sigue lógicamente que deba ser así, no es contradictorio defender lo contrario ni imposible concebirlo. Si valiera el argumento con que se justifica la presencia de la religión en la aulas por su presencia social (cada vez menor en España, por cierto), habría que estudiar astrología en los colegios, pues son más aquellos que a diario leen los horóscopos que quienes van a misa. La primera premisa es un juicio de valor que luego se adereza con un juicio de hecho, pero como tal juicio de valor no es algo indiscutible: la educación será como decidamos que sea, y en vista de la reducción al absurdo de más arriba, uno diría que mejor que no sea demasiado integral, no vaya a ser que en lo que se convierta sea en integrista.
          Alguien podría objetar que el segundo argumento es torticero, que equivale formalmente al primero, pero que en realidad su segunda premisa no es válida (en esencia no seríamos violentos, sino por accidente) mientras que la segunda premisa es incontestable en el caso de la religión. Pero tampoco, desde la noche de los tiempos tal vez haya acompañado al ser humano cierto trascendentalismo, pero este normalmente ha cuajado como animismo y no como religión, es más, en general ha cuajado como protociencia, como una torpe o mítica descripción de la naturaleza sustituida más tarde por una explicación inmanente. ¿Debería haber una asignatura sobre el animismo en el currículo, o de mitología, una versión confesional y otra no confesional? ¿Bastaría con que el trascendentalismo, con que esa experiencia o anhelo de lo metafísico o incluso lo espiritual estuviera presente en la educación? Porque de hecho lo está en las asignaturas de Historia, Filosofía o Historia del Arte.
          Claro, pero esa presencia de lo trascendental seguramente les parecerá muy insuficiente a Don Antonio María Rouco Varela o a Benedicto XVI, y entonces cabe preguntarse si realmente lo que tanto les inquieta es nuestra formación integral, o por el contrario que nuestra educación se aleje más de la cuenta de una formación muy particular. Pero el caso es que si la religión es un hecho, entonces se estudia de sobra en Historia como tal hecho, y si se trata del concepto de religión, o de Dios y lo divino, entonces se estudia de sobra en Filosofía (¿cuántos creyentes vuelven a leer fuera de esta asignatura a Tomás de Aquino o Agustín de Hipona?), y si no se trata de ni de lo uno ni de lo otro, si lo que debería formar parte de nuestra educación no es ni hecho ni concepto, entonces es doctrina y no ciencia, y no merece estar presente en la escuela pública sino en parroquias, sinagogas y mezquitas. Y aclarado esto, pasemos a aclarar en qué consiste el laicismo.

          En primer lugar querría explicar qué no es el laicismo, para desterrar de una vez por todas ciertas confusiones que están muy presentes en la sociedad española: el laicismo no es anticlericalismo (aunque algunos anticlericales lleven el laicismo por bandera, igual que algunos se dicen antinacionalistas cuando en realidad son nacionalistas de lo suyo, o antifascistas cuando son fascistas pero en su estilo) y el laicismo no es defender la obligatoriedad del ateísmo (un creyente puede ser laicista, y de hecho los creyentes lo son en su mayoría en países como Francia o Alemania, y Estados como la URSS no eran laicos sino oficialmente ateos).

          ¿Y qué es entonces el laicismo? Paradójicamente laico viene del griego laos que designaba al pueblo reunido para actos religiosos (o al público). Más adelante se distinguió dentro del cristianismo entre laicos y clérigos, esto es, entre los cristianos del pueblo y aquellos que habían sido elegidos ("clero" viene de kleros, literalmente aquellos seleccionados por sorteo, los "apartados"). Por fin en el siglo XIX "laico" pasa a designar al pueblo y "espíritu laico" al espíritu democrático y popular. Podemos considerar a Condorcet la semilla de este concepto que parte de su distinción entre unos principios de la moral "que pertenecen por igual a todos los hombres" (saberes) y los dogmas particulares de tal o cual religión (opiniones). El laicismo consiste entonces en la idea de que al Estado competen tan solo los saberes pero que debe permanecer perfectamente neutral en lo que respecta a las opiniones. Todas las creencias (o su ausencia) deben coexistir sin que el Estado impida ni aliente ninguna de ellas. El laicismo es pues la separación efectiva entre Estado e Iglesia, la aplicación a la cuestión religiosa de la distinción básica del Estado liberal entre ámbito público y ámbito privado, en que se fundamentan los derechos civiles. Por ello en un Estado laico cada confesión se encarga de la educación religiosa de sus fieles fuera de la escuela pública, pues no es competencia del Estado la educación de las opiniones de los ciudadanos, sino de esos saberes universalmente compartidos. Y son los fieles de cada Iglesia y solo ellos quienes la financian, y no el Estado a través de subvenciones o de los impuestos de todos los ciudadanos.  Lo característico de las instituciones en un Estado laico no es su militancia a favor de tal o cual religión, ni tampoco en contra de la religión, sino su asepsia en cuestiones de conciencia.
         
          Dicho esto, no existe un modelo único de laicismo. ¿Es indispensable, por ejemplo, prohibir el uso del velo islámico, escapularios o cualquier otro símbolo religioso por parte de los alumnos de la enseñanza pública? No, se trata de una opción, la elegida en Francia por ejemplo. Sin lugar a dudas las propias instituciones públicas no podrán ostentar símbolos religiosos (más allá de los que formen parte de la arquitectura de los edificios o de obras de arte), pero respecto a los ciudadanos que participen de ellas lo importante es que el mismo criterio se aplique para todos ellos y para todas las religiones (aunque es cierto que puede hacerse una salvedad prohibiendo símbolos como el velo islámico, porque el problema no es tanto lo que tiene de manifestación religiosa como de discriminación sexual). Y los actos religiosos en espacios públicos como las procesiones, ¿deberían prohibirse? En absoluto, lo que no podrán es ser sufragados dichos actos con dinero público, ni recibir un trato privilegiado respecto de otras manifestaciones festivas de carácter no confesional. A día de hoy, por cierto, ocurre más bien lo contrario, se van prohibiendo celebraciones festivas en las calles de las ciudades salvo en caso de actos religiosos.

          Y ahora por fin, ¿es España un Estado laico como pretende Benedicto XVI? Pues según su Constitución, no. Se trata de un Estado aconfesional anómalo, tal y como se explica en el Artículo 16.3 de la Constitución: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones." Así, el Estado no es laico pero tampoco teocrático. En un Estado teocrático una confesión y las prácticas que conlleva son de facto obligatorias, y no es ese el caso de España, nuestro modelo de Estado no laico lo que persigue es que una institución que gestiona una determinada confesión conserve el poder que lleva siglos detentando. No se trata de que todos los ciudadanos sean católicos (el Artículo 16.1 garantiza la libertad de conciencia) sino de que el catolicismo cuente especialmente en las decisiones del Estado. Es el catolicismo entendido como rasgo identitario, como un poder público más, y esto sencillamente convierte al Estado en este aspecto en nacionalista.
          Así, mientras no se cambie la Constitución y España no se convierta en un Estado laico, el país estará en la misma situación en que estaba la institución matrimonial antes de incluir a parejas del mismo sexo, en la de un constructo ideológico desigualitario. Si España aspira realmente a ser para todos, deberá ser neutral ideológicamente, deberá renunciar a ese especial trato a la Iglesia Católica, deberá liberarse de esa definición de "español" que incluye algo más que la condición de ciudadano, también su religión.

viernes, 11 de noviembre de 2011

El 15M y los discursos para lelos

          Hay un lugar común que se ha empleado y se emplea contra el 15M desde medios de la derecha, que paradójicamente también se oye dentro del propio movimiento, a saber: los que dicen ser ni de izquierdas ni de derechas en realidad son fascistas. A esta conclusión se llega mediante una brillante argumentación: los nacionalsocialistas alemanes, los fascistas italianos y los falangistas españoles se definían como ni de izquierdas ni de derechas, el 15M se define como ni de izquierdas ni de derechas, luego el 15M es nacionalsocialista, fascista o falangista. En todo este batiburrillo hay al menos dos errores. El primero es creer que aquellos que defienden que el 15M es a-ideológico (no a-político, por cierto) no tienen ideología, pero no es así, no es que no seamos de izquierdas o derechas, lo somos, pero el movimiento no, aparcamos nuestra ideología en aras de un bien común. El segundo error consiste en la comparación entre el a-posicionismo del 15M y el tercerposicionismo de los fascistas. El 15M no se autodefine como una nueva ideología que ocupa una tercera posición al margen de derechas e izquierdas como hace el fascismo, sino como un movimiento no ideológico: con ideas, sí, pero sin doctrina, con programa, sí, pero sin partido.
          Así, esa cantinela de Intereconomía y Telemadrid, La Razón y ABC, Esperanza Aguirre y Durán y Lleida no solo se refiere a una realidad que no existe, un movimiento que querría usurpar el poder por medio de la acción directa y la intimidación, sino que además confunde poseer una ideología que niega otras, con construir un discurso libre de prejuicios doctrinarios. Y si esto es así, ¿por qué querría nadie recurrir dentro del 15M a este tópico, que conduciría a la conclusión de que el 15M es un movimiento fascistoide? Porque hay algún sector dentro del 15M, este sí, por lo que parece, con alguna veleidad totalitaria, que no quiere desprestigiar el movimiento 15M en su conjunto, pero sí excluir del movimiento a aquel sector, mayoritario me atrevo a decir, que no está dispuesto a renunciar al 15M como un proyecto político pero a-ideológico, radical pero inclusivo. En fin, lo que quiere dicho sector es definir al 15M como movimiento de izquierdas (de cierta izquierda) para poder adueñarse de él. Hay personas que siguen sin entender el 15M, incluso dentro, y en realidad porque no quieren entenderlo, porque no les interesa la lucha del 15M sino la suya propia, y lo que quieren es el empuje, la fuerza, el respaldo y el reconocimiento que sí ha obtenido el 15M pero que nunca obtuvo su lucha particular. Bueno, pues ya que nos gustan las comparaciones, juguemos un poco a los discursos paralelos.

          Y, por último, el Estado liberal vino a depararnos la esclavitud económica, porque a los obreros, con trágico sarcasmo, se les decía: "Sois libres de trabajar lo que queráis; nadie puede compeleros a que aceptéis unas u otras condiciones; ahora bien: como nosotros somos los ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parecen; vosotros, ciudadanos libres, si no queréis, no estáis obligados a aceptarlas; pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal". Vaya, aquellos del 15M tan críticos con las medidas inclusivas, con la indefinición hacia la izquierda, probablemente firmarían este párrafo. Pero el caso es que esto no lo dijeron ni Marx, ni el Che, ni Rosa Luxemburgo, ni Antonio Gramsci. Lo dijo José Antonio Primo de Rivera  en el discurso fundacional de la Falange. También defendió, en efecto, que no era de izquierdas ni de derechas (véase más arriba, no obstante, la diferencia entre el tercerposicionismo y la posición 0 del 15M) pero, ¿por qué esa idea sería constitutivamente totalitarista y en cambio las ideas plasmadas en el párrafo anterior, que tan bien encajarían (aparentemente) con cierto discurso de izquierdas, no?

          Así resulta que cuando nosotros, los hombres de nuestra generación, abrimos los ojos, nos encontramos con un mundo en ruina moral, un mundo escindido en toda suerte de diferencias; y por lo que nos toca de cerca, nos encontramos en una España en ruina moral, una España dividida por todos los odios y por todas las pugnas. ¿Y esto? Encaja perfectamente con el buenismo de los que se consideran inventores de la democracia, restañadores de las heridas, próceres de la Transición solo por el hecho de que vivieron ese momento histórico aun cuando fueran meros comparsas estupefactos de dicho periodo. ¿No podrían salir estas palabras de los tertulianos de "El gato al agua" o "Alto y claro", indignados por la degeneración de España y de los perroflautas de Sol? Podrían, pero de hecho salen también del discurso fundacional de la Falange.

          Así, si quisiéramos salir al paso de esas acusaciones de totalitarismo que se nos hace al 15M, precisamente por un exceso de celo en nuestro antitotalitarismo, bastaría con sacar a su vez estas comparaciones y restregárselas a los acusadores habituales. En fin, jugar a las comparaciones y establecer una sencilla falacia de asociación es algo al alcance de cualquiera. Parece ser que entender un movimiento como el 15M, libre de ideología barata, cuando uno tiene las anteojeras de las peores ideologías, es en cambio misión imposible. Pues basta ya, el 15M, con todas sus diferentes sensibilidades, reclama más democracia, y hace falta ser cínico para acusar de totalitarista a quien plantea esta demanda. Pero lo bueno de la realidad es que los hechos son tozudos, y aunque haya quien luche por hacer del 15M un proyecto propio o por desprestigiarlo, el caso es que el movimiento, todavía hoy, seis meses después, es efectivamente plural y transversal. Por citar un ejemplo concreto y muy palpable: una cara conocida del 15M como es Alberto Garzón encabeza la candidatura de IU por Málaga, y otra cara conocida como es Irene Lozano es 4ª en la lista al Congreso por Madrid de UPyD (y hay quincemayistas incluso en los partidos que forman parte del bipartito desnostado por el movimiento).
          Quienes debatimos habitualmente en esa asamblea horizontal, plural y multitudinaria que es twitter, vemos a diario hasta qué punto en el 15M hay de todo, y que no son más representativos del 15M aquellos que más se afanan en sacar continuamente el tarro de las esencias y purgar el movimiento de presuntos infiltrados y oportunistas (recordaré que algunos de estos zarandearon a Cayo Lara por participar en la detención de un desahucio, una práctica que él ya había llevado a cabo varias veces antes de que el 15M hiciera de ello uno de sus caballos de batalla).
          Resistámonos a las presiones externas. Desde el principio han querido ponernos una etiqueta. Pues no tenemos ni la queremos, nuestra única etiqueta es 15M precisamente porque es informe: señala un momento, un sentimiento, una fecha.  Señala nuestro despertar, nuestra metamorfosis, nuestro nacimiento. ¿Quienes somos? Ciudadanos preocupados por la descomposición de la sociedad de la que formamos parte, nada más y nada menos, y que hace seis meses, el 15 de Mayo de 2011, supimos que éramos muchos más de lo que creíamos.

martes, 8 de noviembre de 2011

El voto "útil" inútil

          Hoy un antiguo alumno mío me puso en el siguiente aprieto a través de facebook (lo reproduzco aquí con su permiso, por supuesto, y tal cual me llegó el texto):

          "profe profe!!! jaja perdona que te moleste Javier pero no sabía a quien preguntárselo pero es que no sé muy bien qué diferencia hay entre el voto en blanco y no votar, creo por lo que he leído que si votas en blanco beneficias a los partidos mayoritarios y si no votas va a todos por igual. Mi dilema (y esto me recuerda a aquellas clases de filosofía jeje) es que no votar no es la solución, pero tampoco se merece mi voto el PSOE o el PP y votar a un partido minoritario como UPyD que fue al que voté en las autonómicas es tirar también el voto porque nunca ganará o eso creo. ¿qué me recomiendas? Muchas gracias y perdón de nuevo por las molestias"

          Antes de reproducir mi respuesta (también tal cual la envié), quisiera aclarar que jamás hablo de partidos políticos en clase, pues mi misión es por un lado enseñar a pensar para que mis alumnos puedan juzgar y obrar por sí mismos basándose en razones, y por otro transmitir ciertos valores dado que enseño ética y filosofía política, pero en ningún caso adoctrinar. Y si contesté a esta duda es tan solo porque se trata ya de un ex-alumno (ningún alumno que no sea "ex" tendría acceso a mi facebook, a mi twitter o a mi blog), o sea un adulto que me pide consejo porque confía en mí (cosa que, como antiguo profesor suyo, me hace muy feliz). Esta es la respuesta que le envié, que he decidido reproducir aquí por si alguien estuviera en la misma tesitura que este antiguo alumno mío y pudiera serle de utilidad:

          "Buenas, yo no puedo recomendarte a quién votar, eso es algo muy íntimo que tiene que ver con los principios de cada uno y con la confianza que te merezcan los candidatos. Sí te puedo aclarar un par de cosas, pero con un poco de calma, así que iré por partes.

           Hay cuatro formas posibles de participar en las elecciones (aunque la segunda es una no-participación): votar en blanco, abstenerse, hacer un voto nulo y emitir un voto válido por una candidatura concreta.

           El voto en blanco es un voto legítimo de protesta, consiste en meter un sobre vacío en la urna y expresa tu descontento con los partidos políticos existentes pero no con el sistema democrático. Se dice que perjudica a los partidos minoritarios porque cuenta para el porcentaje total de votos útiles, y es a partir de este porcentaje que se calcula el número de votos necesarios para que un partido obtenga un escaño. Así, si en total hay más votos, cada partido necesita también más votos para obtener representación. Esto no es un problema para los grandes partidos, que siempre tienen votos suficientes y sí lo es para los partidos pequeños. Por eso votar en blanco al final perjudica a los pequeños partidos, que necesitan sumar más votos para obtener representación si hay muchos votos (y a esa suma contribuyen los votos en blanco).

           Respecto a la abstención, las motivaciones que parece haber detrás de ella son o bien pasotismo y pereza, o bien una oposición frontal al sistema (el anarquismo tradicionalmente ha reivindicado la abstención). Si no es tu caso, la abstención no sería una opción.

          Voto nulo es un voto que no tiene validez por no atenerse a las normas, y como no es un voto válido (a diferencia del voto en blanco) entonces no cuenta para el porcentaje total de votos y por ello esta opción no perjudica a los partidos minoritarios. Voto nulo es aquel en que el contenido del sobre no es una de las listas electorales admitidas, o si lo es, entonces ésta ha sido alterada (se ha tachado un nombre o se ha escrito algo), o se ha metido en el sobre más de una lista. El problema del voto nulo es que es difícil distinguir quién lo ha empleado como un voto de protesta con respecto a las opciones políticas existentes y quién sencillamente se ha equivocado al votar. Por ello quien ejerce el voto nulo "activo", como protesta, suele meter en el sobre una papeleta propia que expresa su protesta. Lo malo es que dicha protesta no trascenderá más allá de la mesa electoral que abra el sobre. Si ningún partido te representa y además no quieres que aumente el porcentaje de voto válido por si eso beneficiaría a los partidos mayoritarios, entonces probablemente un voto nulo a propósito sería tu opción.

           Y pasamos a la última opción: emitir un voto válido sobre una de las candidaturas. Lo primero es aclarar tus ideas. Pregúntate si hay un candidato o un partido o un programa electoral que te represente (no tiene por qué ser totalmente). Si, como parece, no quieres perjudicar a los partidos pequeños, tal vez es porque querrías que alguno de ellos tuviera más representación y en ese caso como les perjudicas es no votándoles, porque lo que de verdad les ayudaría sería tu voto.

           Respecto a las elecciones hay un chip mental que debes cambiar, eso de que votar a alguien que "nunca ganará" es tirar el voto. Tirar el voto sería votar a alguien que no te representa solo porque va a ganar, ¿no? Tú eres del Atleti, ¿deberías ser del Barça o del Madrid porque van a ganar? Los políticos no nos representan solo en el gobierno, sino también en la oposición. Pregúntate: ¿quién defenderá mejor mis intereses o mis ideales, gobierne o no? Si la respuesta es "ninguno", abstente, vota nulo o vota en blanco. Si la respuesta es "X" mi consejo sería que votes por "X". La expresión "voto útil" es la que usan los partidos mayoritarios para convencernos de que las elecciones no tienen que ver con elegir a tus representantes, sino con acertar, como en un sorteo, quién será el partido vencedor. Pero para mí, votar por un partido que no te representa y en el que no confías, solo porque tiene más posibilidades de ganar, eso sí que es tirar el voto. Ahora, lo importante es votar en conciencia por motivos propios, si que tu voto sea "útil" en el sentido tradicional es tu motivo y te satisface, nadie somos quien para cambiar el sentido de tu voto.

          Respecto a UPyD te puedo informar porque coincide que mi hermano es el nº 1 por Murcia y aspirante a diputado. En las autonómicas no tiraste tu voto, fue un voto que contribuyó a un gran éxito: un partido que no tenía representantes en la Asamblea y en el Ayuntamiento, ahora los tiene, y defiende su programa haciendo oposición a los gobiernos de Esperanza Aguirre y Gallardón, desde unas ideas diferentes a las del PSOE e IU. Por ejemplo, renunciaron a la mayor parte de sus asesores y coches oficiales, y al renunciar a estos privilegios obligaron a que lo hicieran los demás. ¿No hace eso útil el voto que emitiste, no ha mejorado las cosas un poquito? Los partidos en la oposición también pueden proponer cosas, y en ocasiones son votadas a favor por el resto de grupos y prosperan dichas propuestas. Tener un representante en el Congreso, el Senado, la Asamblea o el Ayuntamiento es participar del gobierno del país, la región o la ciudad, aunque sea desde la oposición. Y con esto no quiero decirte que votes a UPyD, sino que si no les votas, acudas a otras razones, no a la del voto "útil". No les votes porque no te guste Rosa Díez como representante, porque te guste más otro partido, porque no estés de acuerdo con la mayor parte de su programa. Pero no porque no vayan a ganar, como se pierde seguro es votando a quien no quieres, solo porque puede ganar.


P.S. Soy consciente de que esta entrada no está muy bien redactada, pero he preferido salvoguardar la "frescura" del auténtico intercambio de mensajes que tuvimos mi antiguo alumno y yo a través de facebook.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Sobre las izquierdas y las derechas

          Ayer en La noche en 24 horas entrevistaron a Rosa Díez, y la única pregunta que le hizo Xabier Fortes a la entrevistada que no era referente a ETA (supongo que ocurrirá lo mismo en las entrevistas del resto de candidatos a la presidencia) tuvo que ver con su adscripción ideológica: "¿Usted sigue siendo de izquierdas?" Como se encargó de recordar la propia Rosa Díez, RTVE parece tener una obsesión con su ideología, pues ya Ana Pastor en Los desayunos de la 2 había comenzado la entrevista del día 13 de Octubre con la siguiente pregunta (bien es cierto que transmitendo una duda formulada en twitter): "¿Rosa Díez es de izquierdas o de derechas?"
          Quisiera valorar más adelante, en la primera parte de esta entrada, la respuesta que a estas preguntas dio Rosa Díez y así aprovechar para aclarar la distinción, si existe, entre izquierda y derecha, pero de momento empezaré reivindicando su derecho a prescindir de etiquetas, algo que justificaré en la segunda parte. ¿Por qué tanto interés por parte de los periodistas o de simpatizantes políticos irredentos en la escarapela que lleve Rosa Díez? Sin duda clasificar es una importante herramienta cognitiva que nos permite controlar mejor nuestro entorno, pero un exceso de celo en la compartimentación puede hacer que nuestra visión del mundo sea reduccionista. Las propuestas de los partidos políticos son las que deberían definirlos ideológicamente, y no la propia autointerpretación que hagan sus miembros de dichas propuestas. Por esta costumbre malsana, en este país la política ha ido degenerando en un "esto es bueno porque lo dicen los míos, digan lo que digan" (ya desarrollé esta idea más detenidamente en sendas entradas La liga PPSOE I  y La liga PPSOE II). En parte la revuelta del 15M es contra este hooliganismo partidista de la política. No nos dejemos vencer por él, los políticos que hagan sus propuestas, ya les definiremos los votantes, no ellos mismos, ni sus simpatizantes, ni los medios de comunicación a su servicio.

¿Existe la izquierda y la derecha?
          Pues miren, creo que sí, y aunque comprenda los motivos de Rosa Díez no es necesario renunciar a esta distinción. En la citada entrevista de Ana Pastor, Rosa Díez habla de la distinción entre izquierda y derecha como un "modelo antiguo", pero ella misma emplea expresiones como "progresista" o "regresivo" que tampoco implican un gran salto hacia la modernidad, son más bien sinónimos de aquellos otros conceptos, y seguramente igual de antiguos o más. Lo que dice Rosa Díez, y es en lo que se fundamenta su error, es que hay medidas que toma la "izquierda" que no son de izquierdas porque son "regresivas" o no son igualitarias (pone el ejemplo del cheque-bebé) y otras de derechas que son progresistas (imposible encontrar un ejemplo en España, claro, Rosa Díez cita el anuncio de Durao Barroso, de derechas, de que los bancos recapitalizados no repartan bonos ni dividendos). Pero esto, lejos de significar que "izquierda" y "derecha" no tienen sentido, demuestra que hay quien los emplea incorrectamente, pues considera de izquierdas medidas que no lo son, pero solo es posible denunciar un uso incorrecto de un término si este tiene significado, pues su significado se lo da precisamente el uso adecuado, esto es: encajar con el contexto y designar a su auténtico referente. Dicho de forma más sencilla: el significado de una palabra es su uso, y mucha gente emplea "derecha" e "izquierda" para designar unas determinadas  ideas y propuestas, y podemos denunciar el uso incorrecto de dichas palabras precisamente porque se aleja del uso mayoritario. Si existe un mal uso del término es porque existe uno correcto. Que aquello en lo que consiste ser de izquierdas y lo que de hecho hacen quienes se definen como tales no coincida, no significa que no exista lo primero, de igual forma que aunque no exista ningún periódico imparcial no carece de sentido hablar de la imparcialidad de la prensa.
          Y entonces, ¿dónde queda Rosa Díez? Pues en la primera entrevista se define como "progresista" y en la segunda como "social-demócrata", y eso significa "de izquierdas". Pero sigo defendiendo su derecho a no definirse mediante la etiqueta, sino mediante sus propuestas, y sigo defendiendo el derecho de los ciudadanos a hacer lo mismo. ¿Por qué iban a acertar los políticos o los periodistas con sus etiquetas, si precisamente se han especializado en retorcer el significado de dichas etiquetas para hacerlas coincidir siempre con sus intereses?
          Y si algo significa, ¿qué es izquierda o derecha? No puedo extenderme mucho, así que optaré por definiciones muy inclusivas. Lo primero es que no hay izquierda y derecha, sino izquierdas y derechas. Por ejemplo, en la derecha son muy diferentes los fascistas, de los demócrata-cristianos, de la derecha liberal (y liberalismo también lo hay de izquierdas) y de la derecha neoliberal. Otro tanto con las izquierdas. ¿Y qué define a estas dos grandes amalgamas? Pues basándome una vez más en el uso corriente de las expresiones "de izquierdas" y "de derechas", por la primera se suele entender "progresista" y por la segunda "conservador". Esto es, el ciudadano de izquierdas considera que la situación presente es mejorable y habría que cambiarla, mientras que el ciudadano de derechas considera que lo mejor es conservar la situación actual o retornar a una situación anterior. A su vez, entre los grandes conceptos de la política suele asociarse a la izquierda con la igualdad o la justicia social, y a la derecha con la libertad, no obstante esta distinción obvia que la libertad negativa (la que defiende la derecha) solo puede ejercerse plenamente una vez satisfechos ciertos mínimos, con lo que en cierto sentido al defender una mayor justicia social la izquierda también defiende la extensión de la libertad (una libertad positiva) al mayor número de personas. La derecha acepta la desigualdad como una expresión del mérito fruto de la acción libre, la izquierda considera que la desigualdad ha de ser corregida porque no permite una auténtica libertad para prosperar por méritos propios a aquellos que menos tienen. Esta diferente percepción de la realidad conlleva dos atribuciones distintas de funciones al Estado, de un lado para la derecha el Estado debería ejercer tan solo de árbitro imparcial en la búsqueda de la felicidad de cada uno de los ciudadanos, y de otro lado para la izquierda el Estado debe intervenir en dicha búsqueda redistribuyendo los bienes para tratar de maximizar la felicidad.
          ¿Qué no es izquierda y derecha? Los buenos y los malos, los modernos y los rancios, los demócratas y los totalitaristas, los marxistas y los capitalistas. ¿No había en el Reino Unido whigs y tories, en EEUU demócratas y republicanos, en España monárquicos y liberales, y todo antes de Marx? Ser de izquierdas no es una vacuna contra la maldad política, y aunque es cierto que concretamente en España rara vez la derecha ha defendido nada que supusiera un progreso para el país (y desde luego no es liberal, aunque eso se autoproclame), en otros lugares la derecha históricamente ha tomado decisiones progresistas (Lincoln, por ejemplo, era del Partido Republicano) y ser estalinista o maoista a día de hoy es ser profundamente reaccionario.  Y por todo esto tiene sentido la siguiente pregunta.

¿Hay luchas políticas que son ajenas a la izquierda o la derecha?
          Pues miren, también creo que sí, esas cuestiones que en UPyD (y en la LOGSE) llaman "transversales". ¿Por qué no son de izquierdas o derechas? Porque son la condición misma de que exista un debate entre la izquierda y la derecha, esto es, tienen que ver con la existencia misma de la democracia. En este sentido el 15M también sería transversal, por lo menos en un principio. Pedir más democracia o una democracia real no es de izquierdas ni de derechas. En Francia o Alemania, ¿es más democrática la izquierda que la derecha? El laicismo en Francia, ¿es un elemento que define a la izquierda o la derecha? Asociar estas cosas con una ideología concreta (en general con la izquierda) es resultado de la polución de la vida política del país en la Guerra Civil y durante el franquismo (y en general por el secular retraso de España respecto del resto de Europa). El caso es que en la 2ª República los demócratas podían contarse con los dedos de las manos. Eran prácticamente inexistentes en las derechas (tal vez los radicales de Lerroux) y minoritarios en las izquierdas (los republicanos y un sector del PSOE). La 2ª República fue una democracia plena, pero por desgracia la mayoría de sus habitantes no eran demócratas. La defensa de la democracia no se convirtió en un rasgo de izquierdas en este país más que durante el tardo-franquismo (dato que esgrimen algunos autores revisionistas como el inefable Pío Moa para falsamente justificar el golpe de Estado de Franco, como si los golpistas dejasen de ser totalitaristas solo porque los hubiera también en el otro bando).
          La separación de poderes, la laicidad del Estado o la participación política no son reivindicaciones que pertenezcan a la izquierda, por lo menos en cualquier democracia avanzada, pero parece que la nuestra no lo es. Es necesaria ya, y el país está maduro para ella por fin, una segunda transición. Lo que tengo muy claro es que esta segunda transición no va a venir de la mano de los partidos que surgieron de la primera, y no debo de ser el único, porque no me parece casual que empiecen a obtener representación parlamentaria (a pesar de una ley electoral salvaje para con los partidos pequeños) partidos nuevos. Y si en esta segunda transición han de participar los partidos que viven confortablemente gracias a los defectos de la primera, será porque les obliguemos desde movimientos sociales como el 15M.
          Por eso algunos seremos de izquierdas y otros serán de derechas, pero conseguir una mejor democracia es de todos, salvo de los que no son demócratas.

lunes, 24 de octubre de 2011

Por qué soy antinacionalista

          El título de esta nueva entrada puede dar pie a multitud de equívocos, así que voy a dedicarle unas líneas a deshacer aquellos que puedo anticipar.
          La primera aclaración que he de hacer se refiere al sujeto elíptico de esa oración, "yo". ¿Por qué iban a interesarle a nadie mis motivos personales para criticar a los nacionalismos? Seguramente no hay razón alguna para ello, y de ahí que no vaya a rastrear en mi biografía para descubrir las causas que me llevaron a rechazar el nacionalismo (aunque las haya, como que mi abuelo fuera represaliado por el franquismo) sino que vaya a exponer, entre las muchas razones posibles para hacerlo, aquellas que me parecen más significativas. Y personalizo la cuestión porque es la única forma a mi alcance de abarcarla con la brevedad que requiere un artículo. No es el origen de mis ideas lo que importa, sino sus fundamentos, pues a diferencia de aquel estos pueden ser compartidos.
          Una segunda aclaración tiene que ver con el término "antinacionalista". ¿Qué quiere decir eso? ¿Acaso que rechazo la legitimidad de uno o algunos nacionalismos, pero no en cambio de otros? Pues no. Hablo de un genuino antinacionalismo igual que podría hablar del ateísmo. Ser ateo no significa que uno rechaze una determinada confesión pero en cambio apruebe otra, no, se trata de un auténtico estado escéptico respecto de todas las confesiones posibles (y eso no quiere decir que no se respete a quienes las profesan). Así, en lo tocante al nacionalismo, soy ateo.
          Por fin, la tercera y última aclaración. ¿Qué es nacionalismo? En España el debate del nacionalismo está tan intoxicado que un gran sector de la población considera que solo son nacionalistas los movimientos independentistas como el vasco o el catalán. Y no es así, el nacionalismo mayoritario en el país es el español. Mi crítica se extiende a todos por igual. ¿Qué los une? Diría que se basan en un sentimiento identitario según el cual la pertenencia a una nación depende de poseer ciertos rasgos sustanciales que según ellos constituyen la esencia de dicha nación. O por recurrir a una definición más científica: "el nacionalismo es un principio político que sostiene que debe haber congruencia entre la unidad nacional y la política". (E. Gellner, Naciones y nacionalismo) ¿Qué es "unidad nacional"? Esto es, ¿qué es "nación"? La respuesta a esta pregunta constituye mi primera razón para ser antinacionalista.

          1º - Porque no creo en las naciones, y no puedo por tanto defender la congruencia entre la unidad política y algo que no existe. El concepto de nación surgió en América, acuñado no por los indígenas, sino por los colonos ansiosos de dejar de pagar impuestos a la metrópoli de la que eran hijos. Y dicho concepto se convirtió en la herramienta que permitiría a los revolucionarios de EEUU y de Francia distinguir entre un pueblo soberano y uno de súbditos, la nación se empieza a definir históricamente por oposición al tirano o al monarca. Y el modelo de Estado-nación es el resultado de la sustanciación de esa soberanía popular, pero en un Estado una nación es equivalente a sus ciudadanos, no hay otro criterio que permita aunar eficazmente el contenido de "nación". Si recurrimos al criterio territorio, ¿qué hay de una autodenominada nación como la gitana, que es nómada, o es que hay que admitir que la orografía define a los seres humanos? Si recurrimos al criterio lengua, ¿es que entonces lo peruanos hispanohablantes son españoles, o un valenciano catalanoparlante no lo es, aunque se considere a sí mismo como tal? Si recurrimos al criterio de la unidad histórica, ¿es que la nación se basa en la extensión de los dominios de un determinado monarca, en sus éxitos en las batallas? Si se trata del sentimiento identitario, ¿es que yo soy elenista, porque yo a quien me siento pertenecer, mi patria, es a mi mujer? No existe ningún criterio objetivo que permita aislar a una nación, salvo los criterios jurídicos, pero en ese caso no tiene sentido el principio de la congruencia entre identidad nacional y política, pues serían equivalentes. Y en cuanto a los criterios subjetivos, como los sentimientos, por definición no son un criterio objetivable, y podría haber tantas naciones como sujetos.

          2º - Porque soy nietzscheano, y no puedo por tanto defender ningún tipo de transmundo. Las naciones como un más allá inalcanzable, o como un más acá intangible, son entidades generadoras de nihilismo, negación de la vida, en tanto subordinan el ahora, aunque imperfecto, a un futuro perfecto, esto es, subornidan el mundo real a un mundo ideal. El nacionalismo es un platonismo, y por tanto no es un sí a la vida sin condiciones, y eso es lo que hace que quepa matar o morir por ello, porque la nación está por encima de los vivientes, la "auténtica realidad" por encima de la realidad mundana, que sin embargo es la única que hay. "Y así también yo proyecté en otro tiempo mi ilusión más allá del hombre, lo mismo que todos los transmundanos. ¿Más allá del hombre en verdad? / ¡Ay, hermanos, ese dios que yo creé era obra humana y demencia humana, como todos los dioses! / Hombre era, y nada más que un pobre fragmento de hombre y de yo: de mi propia ceniza y de mi propia brasa surgió ese fantasma, y ¡en verdad! ¡no vino a mí desde el más allá! [...] / Sufrimiento sería ahora para mí, y tormento para el curado, creer en tales fantasmas: sufrimiento sería ahora para mí, y humillación. Así hablo yo a los transmundanos." (F. Nietzsche, Así habló Zaratustra)

          3º - Porque considero incoherente la idea de un derecho histórico, y no puedo por tanto defender una ideología que basa sus reivindicaciones en la existencia de dichos derechos. De ser históricos los derechos serían contingentes y locales, y no absolutos y universales, pero un derecho contingente es lo contrario mismo de un derecho. Es autocontradictorio defender que el derecho surge en un momento concreto, los derechos son innegociables e irrenunciables, una concesión histórica no lo es. Lo que surge en algún punto de la historia es el reconocimiento de un derecho preexistente, y por tanto ahistórico, atemporal, que si no es universalizable no es un derecho absoluto, sino relativo a ciertas circunstancias (concretamente a las circunstancias de ese momento histórico, y por tanto una vez desaparecidas dichas circunstancias, desaparece el presunto derecho). Si admitiésemos que la historia genera derechos habría que aceptar engendros tales como la hidalguía universal de los vizcaínos, los derechos dinásticos, los derechos de conquista o el derecho de pernada.

          Estas tres razones tienen dos corolarios: primero que los Estados (unidad política) se basan en contratos, en un pacto libre entre los ciudadanos y nada más; y segundo que ha de defenderse la diversidad cultural, pues no hay identidades privilegiadas, dado que son todas contingentes, y hay que favorecer la convivencia y no la asimilación, pues eso hace más rico a cualquier Estado (excluyendo aquellos rasgos culturales que entrañen violaciones de derechos humanos, y sean por tanto una amenaza para la posibilidad misma de la convivencia).

          Para terminar volveré al principio de la entrada, donde comparaba el ateísmo y el antinacionalismo. Vistos mis argumentos contra el segundo se verá que efectivamente entiendo el concepto de nación como el trasunto político de Dios (esta reflexión no es original, constituye la base de la obra Comunidades imaginadas de B. Anderson). No obstante hay una diferencia que hace que no pueda equipararlos completamente: las consecuencias perniciosas de ambos sistemas de creencias. Pienso, con Hume, que las religiones positivas, aún habiendo deparado en ocasiones cierto alivio a los más desafortunados, en general han hecho de este mundo un lugar peor. No pienso exactamente lo mismo del nacionalismo. Así ha sido en la inmensa mayoría de los casos: una gran parte de los totalitarismos del siglo XX es hija del nacionalismo (incluso totalitarismos a priori antinacionalistas como el soviético, acabaron impulsándolo). No obstante, el nacionalismo jugó un papel importante como idea fuerza en la descolonización (por desgracia eso revitalizó el nacionalismo en Europa, y creó la ilusión de que es posible un nacionalismo de izquierdas). Es el único resquicio que le concedo al nacionalismo, haber contribuido a liberar a aquellos pueblos que efectivamente habían sido conquistados por el imperialismo europeo (esto y no otra cosa llevó a recoger el derecho de libre determinación de los pueblos en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas, el amparar jurídicamente el fin de la era colonial). Pero esto no invalida mis argumentos anteriores, porque si hay un ejemplo de que las naciones no existen, sino que se trata de creaciones absolutamente contingentes, ese es el de los países descolonizados, cuyas fronteras son absolutamente arbitrarias, pues se asientan en cómo pasaron el cuchillo en su día las metrópolis europeas cuando se repartieron el pastel. Una vez superada la fase de descolonización (aunque en el engranaje de la mundialización existan formas más sofisticadas de imperialismo), el nacionalismo como ideología emancipadora es tan caduco como la monarquía absolutista una vez superada la fase de las guerras entre señoríos, y sus constructos históricos tan acordes a la realidad como el ciclo artúrico.

          P.S. Si alguien está de verdad interesado en comprender el nacionalismo, debería ir más allá de estas brevísimas consideraciones. Me permito recomendar tres obras absolutamente fundamentales que suelen tenerse por estudios de referencia acerca de la cuestión nacionalista: Comunidades imaginadas (1983) de Benedict Anderson, Naciones y nacionalismo (1983) de Ernest Gellner y Naciones y nacionalismo desde 1870 (1990) de Eric Hobsbawm.

martes, 11 de octubre de 2011

#soy15O porque yo #soy15M

          A unos días de la manifestación global del 15 de Octubre solo quiero recordar qué somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, porque estamos a punto de demostrar, una vez más, los muchísimos que somos, porque somos el 99%, somos ese pueblo al que dicen soberano pero le escamotean su soberanía las grandes fortunas, los políticos de poltrona y las agencias de calificación. Ante eso solo puedo decir que: Yo #soy15m.

          Como parte del #15m me declaro una persona pacífica y condeno radicalmente todo tipo de violencia: la de los violentos infiltrados en nuestras manifestaciones, y la del Estado, que ha causado más dolor y heridos. Además, condeno la manipulación mediática que enfatiza la información sesgada, parcial o errónea con el propósito de demonizar a los ciudadanos.

         Si me manifiesto en la calle es porque:
  1. Mi participación como ciudadano se ha reducido a votar a listas cerradas cada cuatro años para ver cómo los representantes de los ciudadanos no respetan lo prometido en su programa.
  2. Se hacen leyes a favor de grupos de interés en vez de hacerlas a favor del conjunto de la sociedad.
  3. Se invierten recursos públicos para ayudar a minorías poderosas, y no a quienes están pasando situaciones desesperadas ocasionadas por la especulación financiera.
  4. Los grandes partidos están más preocupados por mantener su poder que por ofrecer soluciones para superar esta crisis histórica.
  5. Se ha firmado un “Pacto del Euro” que consiste fundamentalmente en medidas para reducir la inversión pública en servicios esenciales.
  6. Desde diferentes órganos del estado se ha insultado a los ciudadanos, e incluso se ha justificado el recurso a la violencia contra manifestantes pacíficos.
          Como parte del #15m, acepto y respeto la diversidad ideológica del movimiento. Cuando participo en una manifestación no reclamo un régimen o una ideología en concreto, ni un modelo social no democrático, ni la eliminación de los partidos o los parlamentos. Lo que reclamo es una democracia mejor y más humana que, entre otras medidas, necesita urgentemente:
  1. Cambios en la Ley Electoral para permitir una mejor y más directa representación de los ciudadanos en los parlamentos y una mayor participación ciudadana en las decisiones importantes.
  2. Aprobación de una Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública para obligar a la publicación en formatos adecuados y reutilizables de todos los gastos, decisiones y reuniones con grupos de presión por parte de funcionarios y cargos públicos.
  3. Tolerancia cero a la corrupción de candidatos y cargos públicos, y controles ciudadanos para la exigencia de responsabilidad política.
  4. Separación clara, real y efectiva de los poderes del estado.
  5. Control fiscal efectivo de grandes fortunas y operaciones financieras; eliminación de privilegios fiscales a cargos electos.
  6. Políticas encaminadas a solucionar de forma efectiva los problemas hipotecarios y de vivienda.
  7. Servicios públicos de calidad, fundamentalmente salud, justicia y educación.
  8. Eliminación de las leyes que permiten el control administrativo de Internet. La red ha demostrado ser esencial para la libertad de expresión y para responder al peligro de manipulación mediática.
          Por todas estas razones volveré a salir pacíficamente a la calle el 15 de Octubre, #15o.

          Si estás de acuerdo, aprópiate del texto y divúlgalo (enlace al documento original)


P. D. Quiero aclarar que este texto no lo he escrito yo (salvo el primer párrafo). Se trata de un texto de libre difusión que Carlos Sánchez Almeida publicó a modo de defensa frente a los ataques que sufrió el 15M a principios de junio, y que preparaba la manifestación del #19j recordándonos aquello que nos había unido anteriormente. Lo reproduzco ahora porque considero que sigue plenamente vigente. Mi enhorabuena y mi agradecimiento a su autor.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

La liga PPSOE II

          Me decido por fin a completar la entrada La liga PPSOE I con esta su segunda parte. Al disolverse las Cortes se ha dado ya el pistoletazo de salida para la habitual campaña de mentiras de los dos mayores partidos del país, el PSOE y el PP, y solo el previsible auge de formaciones más pequeñas e incluso de nuevos partidos parece que conseguirá salvarnos del hastío y la indignación que inspira el cinismo de las soflamas de Rajoy, Rubalcaba y sus acólitos. ¿A qué cínicas mentiras me refiero? Básicamente a dos: el PP es un partido liberal y el PSOE es un partido progresista. Si la derecha de este país fuera realmente liberal y la izquierda progresista otro gallo nos cantaría.
          No es cierto que el PP sea liberal, pues es intervencionista en cuestiones de conciencia y de economía, además de ser corrupto y clasista.
          Nada menos liberal que la confesionalidad, que legislar a favor de una fe determinada, que apoyar con fondos públicos escuelas religiosas, que defender la presencia de la religión en todas las escuelas y el poder para elegir a profesores por parte de mandatarios de una iglesia. El liberalismo surgió contra la intolerancia religiosa y se basa en la distinción entre el espacio público y el ámbito privado, entre el Estado y la fe. Tampoco es muy liberal el intervencionismo en los medios de comunicación, sino más bien un rasgo propio de los totalitarismos de distinto cuño, pero no del liberalismo. Recordemos sin más que la única sentencia de la democracia que ha recibido en contra la televisión pública por manipulación informativa fue en los años de gobierno del PP con motivo de la noticia de la huelga de junio de 2002. Por no hablar de la parte que me toca como madrileño, pues no existe pluralidad en Telemadrid, de hecho no existe una cadena de televisión pública, sino una cadena sostenida con dinero público pero de uso privado, al servicio del PP y sus simpatizantes.
          De acuerdo, el PP no es liberal en asuntos de conciencia, ¿pero cómo que en economía tampoco? Pues ni siquiera, sino que también es intervencionista. Recordemos en este caso la privatización de Telefónica. Siendo todavía la empresa de titularidad pública, el entonces Presidente de España José María Aznar apoyó el nombramiento de su amigo y compañero de colegio en Nuestra Señora del Pilar, Juan Villalonga, como Consejero Delegado de Telefónica, cargo que conservó al privatizarse la compañía. ¡Eso sí que es un buen regalo entre amigos! Y no fue el único caso de tráfico de influencias e interferencia del gobierno del PP en las numerosas privatizaciones que se llevaron a cabo en esos años (Manuel Pizarro en Endesa es otro ejemplo). Recordemos también el caso Sogecable que se saldó con una condena al juez Gómez de Liaño por prevaricación y una sentencia del Tribunal Supremo en 2003 que obligaba al Estado (o sea, a todos los españoles) a resarcir con una indemnización a la empresa perjudicada. Vamos, que no se trata de los planes quinquenales, pero intervenir en la economía interviene, conque no, el PP no es liberal, de ser algo es tan solo neoliberal y ya he explicado que a esa desregularización de los mercados dictada por Milton Friedman y que ha conducido a la crisis en que nos hallamos inmersos lo llaman neoliberalismo y no lo es.
          Y esto nos lleva a otro rasgo del PP, su clasismo. Porque colocar en las principales empresas del país a los amigos de la infancia, garantizando así la pervivencia de una determinada oligarquía creada en los años del franquismo. Asegurarse en la medida de lo posible que no hay herramientas para progresar socialmente combatiendo la igualdad de oportunidades reduciendo a su mínima expresión el sector público, como viene haciendo el PP en las distintas comunidades autónomas cediendo la gestión de los hospitales y centros de salud, así como de colegios e institutos públicos a empresas privadas. Y legislando a favor de la pervivencia de privilegios de aquellos que más suerte han tenido en la lotería social y natural, suprimiendo impuestos como el de sucesión o reduciendo los del capital. Todo ello es fundamentalmente clasismo, porque son medidas que garantizan la persistencia de un status quo en que la libertad de elección es un bien que algunos sencillamente no puede costearse, porque no hay mecanismos para corregir las desventajas en la situación de partida.
          No, no es liberal el PP, sino meramente conservador, nacionalista y católico.

          Bien, ¿y qué hay del PSOE? Antes de comenzar con la crítica, reconozcámosle al PSOE reciente dos leyes que sí considero genuinamente progresistas porque ahondan en la igualdad de derechos y en la justicia social: la ley de matrimonio homosexual y la ley de dependencia. Por cierto que el rechazo al matrimonio homosexual es una prueba más de la falta de liberalismo del PP, porque si algo caracteriza al liberalismo es la defensa de los derechos civiles. Ciertamente PSOE y PP no son equivalentes (salvo en su nivel de corrupción institucionalizada), pero con todo y eso, el PSOE no es progresista, ¿y cómo es esto posible si se trata de una palabra que no se les cae de la boca?
          Desde la izquierda comunista se critica al PSOE por no ser realmente de izquierdas, yo diría que es justo al contrario, que el PSOE no es progresista no por no ser de izquierdas, sino porque serlo a la manera tradicional en 2011 es ser conservador. Es difícil a día de hoy ser de masas y obrero, porque las masas no son obreras. En la transición el PSOE recuperó el lugar que había tenido en la 2ª República como principal partido de la izquierda, después de haber prácticamente desaparecido, precisamente soltando lastre del pasado. Decidió mirar a Villy Brandt y Olof Palme en lugar de repetir la cantinela de Prieto y Largo Caballero, en fin, evolucionó hacia el reformismo y la socialdemocracia porque se hizo una pregunta muy sencilla: ¿dónde vive mejor la gente, en Suecia y la RFA, o en Yugoslavia y la RDA? Mi idea es que el PSOE debería tal vez mirar más a John Rawls y menos a sus clásicos (lo cual no quiere decir que los relegue por completo).
          Pero de acuerdo, tal vez esta interpretación es errónea o demasiado personal. Vayamos a los hechos. El PSOE no es progresista porque es nacionalista, solo que en plan periférico. Pero ni CIU es menos nacionalcatólica que el PP por ser un partido a escala regional, ni el nacionalismo es más progresista por ser catalán o vasco que español. El nacionalismo es conservador por definición, porque considera que el pedigrí define a las personas, y eso no es que no sea progresista, es que es directamente rancio.
          Tampoco es progresista el PSOE porque no es laicista. Vale, sí, los socialistas dicen que lo son, pero vayamos a los hechos una vez más. O estoy muy equivocado o el PSOE ha gobernado durante casi veinte años este país, y o sigo estando muy equivocado o sigue vigente el Concordato con el Vaticano de 1979, sigue impartiéndose una asignatura de religión en las escuelas públicas y sigue destinándose parte de la recaudación de los impuestos de todos los españoles a la Iglesia católica.
          Otro campo de batalla progresista en que el PSOE no parece dar la talla es el de los servicios públicos, pues creo recordar que han sido cuantiosas las privatizaciones que han tenido lugar bajo el auspicio del PSOE, por citar una, la de Argentaria. Y tampoco desaparecieron los conciertos educativos "paulatinamente" como se prometía, y de hecho fue bajo el gobierno del PSOE cuando surgieron las primeras fundaciones sanitarias, esto es, los centros hospitalarios públicos de gestión privada. Decir que se defienden los servicios públicos porque no se desmantelan como sí hace el PP no convierte al PSOE en paladín de los servicios sociales, sino en un cortafuegos lleno de rastrojos.
          No, no es progresista el PSOE, es un diccionario de citas viejunas de mayo del 68.
         
          Así, si eres nacionalista católico o progre de eslógan tienes tu voto resuelto para el 20N, si no lo eres, el PP y el PSOE no te representan así que #NoLesVotes, si eres liberal y/o progresista seguro que encuentras uno o más partidos que sí lo harán, a mí se me ocurre un par de ellos. Y si realmente ninguno te convence, piensa si votar a un partido en el que no crees para que te represente y gobierne en tu nombre durante cuatro años es realmente un voto útil. Eso sí, la decisión es tuya, porque eso sí que es 15M, votar en conciencia e informado, y no por inercia y manipulado.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Ante la duda... la culpa es de los funcionarios

          Este verano, al comentarle a unos amigos que tenía serias dudas de llegar a trabajar este curso debido a los recortes que se avecinaban en Educación en la Comunidad de Madrid, uno de estos amigos sentenció que "los funcionarios son el cáncer de este país". No era mi intención discutir de política a esas horas de la noche, y menos airadamente, así que nos limitamos a llegar rápido a consenso facilón tipo "hay funcionarios buenos y malos" para cerrar cuanto antes el tema. Lo que viene a continuación es lo que habría podido replicar si liarnos a discutir la primera noche que salía en mucho tiempo no hubiese sido lo último que me apetecía.
          Los funcionarios son el cáncer de este país. Claro, puta crisis a la que nos han llevado los funcionarios, hijos de puta. Ni los bancos concediendo hipotecas del 100% a interés variable, ni los que compraban una vivienda sin poder cegados por la tierra prometida de que "la vivienda siempre se revaloriza", ni las agencias de calificación que otorgaban la máxima nota a empresas que quebraron al día siguiente, ni el gobierno que concedía 400 euros de descuento del IRPF y 2500 euros por nacimiento indiscriminadamente, ni los especuladores encantados de ver hundirse países para invertir barato en sus ruinas y forrarse con su reconstrucción, ni los mercaderes de dentro y fuera de los gobiernos que desregularon los mercados para enriquecerse a base de endeudamientos de países, empresas y particulares, ni las empresas con cuentas opacas en paraísos fiscales, ni yo que pago en B mi reformita para que me salga más barata, ni la empresa que me la hace encantada de no declarar, ni el gran empresario y su batería de abogados que logra que le salga la declaración de la renta a devolver, ni el directivo que se sube el sueldo unos cuantos miles de euros aunque haya bajado la productividad. No, la culpa es de los funcionarios, esos hijos de puta que tienen trabajo para toda la vida porque sacaron una oposición a la que nadie más es libre de presentarse, que nunca pagan sus impuestos porque la administración pública desconoce sus nóminas, que ayudan a familiares y conocidos dándoles un puestecito porque el funcionariado se elige a dedo y que tienen esos sueldos millonarios que tanto suben con su productividad.
          La prueba de que el principal problema de España y la causa de su crisis es la existencia del funcionariado es lo bien que le va a países como EEUU con un exiguo volumen de empresa pública. ¡Cómo está capeando la crisis EEUU! Vamos, es que casi ni la han notado gracias a sus casi inexistentes servicios públicos de salud y educación. y hay que ver cómo de canutas las están pasando en Suecia, Noruega o Finlandia, país por cierto cuyo sistema educativo se considera el mejor de Europa y al que el Estado destina el 7% del PIB. Definitivamente aquellos países sin funcionariado han escapado a la recesión mundial.
          Aún así es cierto que los funcionarios tienen sus moscosos (los profesores no, pero tienen muchas vacaciones), su descanso para el café y no tienen que mendigar derechos ni les racanean las bajas de maternidad y paternidad. Y por estas poderosas razones es inapelable que lo público es un lastre frente a lo privado. Por eso todos los españoles preferirían una policía nacional o municipal y una guardia civil privadas. ¡Dónde estén Eulen y Prosegur, que se quite la benemérita! Ah, pero tal vez en cuestión de seguridad sea distinto, una policía privada no, pero la enseñanza y la sanidad... ¡Claro que sí, Estado hobbesiano, qué más dan educación y salud, lo importante es la defensa de la propiedad privada! Por eso nadie solicita las Escuelas Infantiles públicas, porque son mucho mejores las privadas, dónde va a parar, por ratio de maestros por aula, por titulación de sus profesionales y por instalaciones. Y por eso los ricos y famosos dan a luz en las clínicas privadas pero se curan el cáncer o se operan a vida o muerte en la pública. ¿Y qué me decís de los bomberos, si no hacen más que dormir? ¡Cuerpo de bomberos privado, ya!
          ¿Y por qué ha de haber funcionarios? Pues, entre otras cosas, para mantener la neutralidad de la administración del Estado. Una oposición es el único método de contratación imparcial desde el punto de vista ideológico que existe a día de hoy. La funcionarización de la empresa pública es la mejor solución contra la oligarquía y el caciquismo que sí que eran, si es que hemos de creer a Joaquín Costa, el verdadero cáncer de este país. En mi pueblo he llegado a ver cómo le pedían a un catedrático de pediatría de Madrid una recomendación... ¡para una oposición a la policía municipal! Esa es la mentalidad de mucha gente mayor porque ese es el mundo en que vivió, una sociedad en que la única garantía de progreso social era la recomendación y el "ser de los nuestros". El funcionariado existe para acabar con ese mundo. Nadie será policía, ni guardia civil, ni profesor, ni médico, ni enfermero... por haber votado a tal o cual partido, o por ser ahijado de este político o de aquel empresario. No es posible ya que un catedrático de universidad pinte nada en la designación de un policía municipal. El funcionariado es una vacuna contra el enchufismo, que sigue en cambio a la orden del día en la contratación de empresas privadas por parte de las instituciones del Estado y las CCAA. Cuando se trata de concursos y licitaciones, entonces sí que existen el soborno, el amiguismo y el nepotismo. ¿Y cómo se reducen gastos cuando hay déficit si todos los servicios públicos han sido privatizados? Al funcionariado se le puede congelar o incluso bajar el sueldo, ¿puede suspenderse una contrata privada si se trata de un servicio esencial? En un mundo ideal tal vez sí, porque existiendo varias empresas compitiendo en un mismo sector podría contratarse una más barata. En el mundo real no hay nada que hacer porque en muchos casos solo existe una empresa por cada rama. Por ejemplo: si la empresa encargada de la limpieza en la ciudad de Madrid fuese pública, para reducir su deuda el Ayuntamiento de Madrid podría haber procedido a bajarle el sueldo a sus empleados, pero tratándose de una empresa privada... ¿qué hace? Lo que ha hecho: nada, porque no hay nada que hacer si, como es el caso, la empresa contratada tiene el monopolio de la limpieza de nuestras calles. Un buen sector público permite a los gobiernos tener parte del control sobre la economía del país o de la región. Cuando llega el déficit, si los gobiernos carecen de dicho control sencillamente han perdido su capacidad de gobernar.
          ¿Quiere decir todo lo anterior que el funcionamiento del funcionariado en España es perfecto? No. Sin duda hay cosas que deberían ser revisadas. No es cierto que la mayor parte de los funcionarios sean vagos o incompetentes, pero existen los vagos y los incompetentes y son un gran lastre, pero no tanto para la administración, que también, sino sobre todo para sus compañeros, que es a quien más perjudica su pereza y su incompetencia. Serán sus compañeros quienes tendrán que arreglar sus desaguisados, acabar lo que dejen a medias y tratar con los agraviados por su poca profesionalidad. A nadie vendría mejor que a los propios funcionarios que fuera posible despedir a algunos funcionarios, y reiteradas quejas de compañeros y clientes acerca de un trabajador no deberían ser completamente estériles. Pero en honor a la verdad he de decir que en todo el tiempo que he trabajado en la empresa pública (sin ser funcionario, por cierto) solo me he encontrado con un caso y medio de profesional con tendencia al escaqueo o directamente mal profesional. ¿Supera este ratio al de la empresa privada? En mi experiencia personal no, la única diferencia entre la pública y la privada ha sido que el funcionario incompetente había accedido a su puesto mediante oposición y el incompetente no funcionario era el hijo del dueño de la empresa. En ambos casos el problema era el mismo: no había forma de despedir al incompetente.
         

jueves, 1 de septiembre de 2011

Desde el 15M: razones para una huelga en la Educación en Madrid

          Soy profesor interino de filosofía (por poco tiempo, me temo) y no le tengo especial simpatía a los sindicatos de educación. Los considero en parte responsables de que yo sea interino y no funcionario, pues a causa de ellos el sistema de oposición no premia al mejor opositor, sino al que más veces ha opositado sin lograr sacar plaza, ni al mejor currículum, pues no puntúan publicaciones en revistas científicas ni ponencias en congresos, sino cursos de pedagogía impartidos por esos mismos sindicatos. No pertenezco a ningún partido político (milité unos años en uno sin representación parlamentaria) y a lo largo de mi vida he votado a cuatro partidos distintos y en blanco, nunca he dejado de ejercer mi derecho al voto. Por ello hablo con una voz que no pertenece a ningún sindicato ni a ningún partido, con una voz 15M (no es la voz del 15M, es una de las muchas voces que hay en un 15M que por definición no privilegia una sobre las demás).
          El gobierno autonómico y sus medios afines pretenden convencer a la opinión pública de que los profesores haremos huelga para tratar de perpetuar unos derechos que ellos llaman privilegios. Así actúan los demagogos, tergiversando, lo que es un acto de defensa de la educación pública por parte de sus trabajadores, tratan de venderlo como un sabotaje, cuando son ellos mismos, los máximos responsables de la calidad del sistema público de educación, quienes vienen saboteándolo desde hace años. La huelga no es en defensa de unas determinadas condiciones laborales, sino en defensa de lo que dichas condiciones laborales suponen: la única diferencia de calidad que le resta ya a la educación pública frente a la privada y concertada, la garantía de que sus trabajadores tienen tiempo para preparar adecuadamente las clases y de que solo imparten asignaturas para las que están realmente preparados (esta último garantía se vino perdiendo ya el curso pasado). Esta huelga es un "basta ya", un "hasta aquí hemos llegado".
          Recuerdo que cuando yo era adolescente circulaba la idea de que la educación pública era superior a la privada porque sus profesores eran mejores. ¿Qué ha ocurrido para que en tan solo quince años hayamos pasado a la idea de que la educación pública es un desastre? Los partidos políticos hacen todo menos reconocer su culpa en ese deterioro y buscan chivos expiatorios: tanto los de derechas como los de izquierdas recurren a un argumento xenófobo, la culpa es de la inmigración. La derecha dice que hay demasiados inmigrantes, la izquierda que todos los inmigrantes se concentran en la educación pública, el resultado de la ecuación es el mismo: la inmigración deteriora la calidad de la educación. Por supuesto, nada ha tenido que ver con el deterioro de la educación pública el hecho de que se reduzcan sus recursos, que cada pocos años se haga una nueva ley educativa, que no se consulte a los docentes para hacer dichas leyes sino a sesudos psicopedagogos con fórmulas magistrales, que se desprestigie la educación pública desde las propias instituciones que deberían alentarla, ni que se apueste decididamente por el modelo del concierto que quienes protagonizaron la transición democrática vendieron como un sistema provisional. No, todos vivimos engañados, los máximos responsables de la educación pública nada tienen que ver con su deterioro, en el fondo la culpa es de los alumnos, de los profesores y de los padres de los alumnos.
          Pues no es así, concretamente en la Comunidad de Madrid, en lo que concierne a la educación, el gobierno regional lleva varios años convirtiendo los restos del Estado de bienestar en un Estado de beneficencia. La educación pública quedará reservada para los más desfavorecidos, el grueso de la población participará de una educación privada financiada con dinero público pero sin apenas controles por parte de las instituciones de la comunidad. Y esto es lo que realmente solivianta a los profesores de la escuela pública: no los recortes en sí, ni la ampliación de las horas lectivas, sino el argumento de que se trata de medidas necesarias para reducir el gasto, cuando todo lleva a pensar que lo primero en lo que habría que recortar no es en la propia empresa pública, sino en subvencionar a empresas privadas. Y sin embargo no es así sino todo lo contrario, se amplían los conciertos. ¿Qué empresa recorta en sus propias infraestructuras para reducir el gasto antes que reducir sus inversiones en otras empresas? Solo una, la empresa pública de la Comunidad de Madrid.
          Por estas razones está más que justificada una huelga de profesores en la Comunidad de Madrid: porque no es cierto que no haya más remedio pues la Consejería de Educación podría y debería ahorrar del dinero que destina a sufragar la enseñanza privada, y no solo no lo hace, sino que aumenta la inversión, porque no es cierto que el profesorado de la educación pública sea un colectivo privilegiado al que haya que pedirle un esfuerzo, porque ese profesorado lleva ya muchos años haciendo muchos esfuerzos y gracias a eso no se ha terminado de hundir la educación pública en nuestra comunidad, porque el profesorado es de los pocos, sino el único, cuerpo funcionarial que tiene inspectores que supervisan su trabajo. No dejemos que quienes llevan tratando de acabar con la educación pública en Madrid durante tanto tiempo empleen la crisis económica como nuevo chivo expiatorio al que hacer responsable de su deterioro definitivo. Sólo hay un culpable de que nuestro Estado de bienestar lo sea ya de beneficencia: quien nos gobierna.

miércoles, 27 de julio de 2011

Sobre la tolerancia II

          ¿Debe ser tolerado el intolerante? La respuesta de John Locke a este interrogante en su Carta sobre la tolerancia es "no". El Estado según Locke deberá respetar todas las creencias religiosas, pero deberá actuar contra aquel que trate de imponer las suyas violentamente, así como contra aquel que carezca de creencias. En efecto Locke, hijo de su época, considera que el ateo, como el intolerante, no debe ser tolerado. El razonamiento en que se basa esta idea es el siguiente: el Estado democrático existe por un pacto que nos compromete a todos, el ateo es incapaz de asumir compromiso alguno porque no puede jurar, por lo tanto el ateo es incapaz de suscribir el pacto en que descansa el Estado democrático. En este caso la conclusión es falsa porque lo es la segunda premisa, desmentida por la experiencia: son muchos los creyentes que no respetan la palabra dada, y muchos los ateos que sí lo hacen, aunque prometan y no juren. El juicio de Locke, obviamente, descansa en una concepción todavía arcaica del Estado según la cual los derechos son naturales por estar regidos por la ley divina, y quien rechaza dicha ley difícilmente podrá aceptar dichos derechos.
            Una vez salvado este escollo preguntémonos si Locke tiene razón al negar que deba ser tolerado el intolerante. ¿Qué quiere decir esto? No se refiere al hecho obvio de que deba perseguirse a aquel que ejerce físicamente la violencia. Y tampoco se trata tan solo de perseguir actos concretos de intolerancia, sino al propio intolerante. ¿Cómo es eso posible? ¿No convertiría eso a ciertas personas en ilegales dentro de la democracia, negando así un pluralismo que debería ser su esencia misma? En realidad no, porque lo que la democracia no puede ni debe tolerar son atentados contra ese mismo pluralismo, y dichos atentados no son solo acciones terribles como los crímenes de ETA o del asesino de Oslo, sino también esos atentados indirectos como son la apología del terrorismo, el racismo, la xenofobia o el fascismo. Ahora, defender esto último no implica que no se deba tolerar al intolerante, sino que debe ampliarse el concepto de "acción violenta" y comprender que expresarse en términos racistas, por ejemplo, es en sí mismo un acto racista. Expresar una opinión también es llevar a cabo una acción.

            Por ello considero más acertada la forma de entender la tolerancia en un Estado democrático que tiene John Rawls que la de John Locke. El Estado democrático debe tolerar incluso al intolerante, pero debe ser inflexible con los actos intolerantes, aunque dichos actos sean palabras. Ante la duda, ¿cómo debería actuar el Estado? Debería abstenerse de actuar salvo cuando haya constancia de una acción inminente resultado de ciertas posturas. Para la salud de la propia democracia es mejor dejar escapar a un culpable que castigar a un inocente. Hay medios de la derecha que a raíz de las reacciones al atentado de Oslo advierten del peligro de criminalizar las ideas, pero es que hay ideas que son criminales, cuya expresión misma daña. Esos mismos medios así lo reconocen cuando se trata de ideas que amparan el terrorismo de ETA. Consideran que quienes manifiestan su apoyo, explícitamente o por omisión, a los crímenes de ETA son en parte responsables de dichos crímenes, y estoy de acuerdo. ¿Pero por qué no extender dicho juicio a quienes apoyan los crímenes racistas, xenófobos y fascistas? ¿Qué hace mejor a un líder de la ultraderecha noruega que a un líder de Batasuna? ¿No anima a ambos la misma xenofobia? No es coherente quien condena la apología del terrorismo y no del racismo y viceversa. Si unos partidos deben ser ilegalizados porque algunas de sus ideas y principios son esencialmente antidemocráticos, así debería ocurrir con todos.

            No es criminal decir, por ejemplo, que hay que controlar la inmigración (aunque el Artículo 13.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos dice que "Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado"), es criminal defender que tienen más derechos los "autóctonos" (españoles, vascos o noruegos) que los extranjeros, porque los derechos son absolutos, independientes de cualquier "origen nacional" (Art. 2.1), y por tanto priorizar los derechos de unos frente a los de otros es negar los de aquellos que se dejan en segundo lugar. Y negar derechos es un crimen, es un ejercicio activo de violencia, luego sí, la expresión pública de ciertas ideas es en sí misma un crimen. Hay ideas que son en sí mismas agresiones porque apuntan a la línea de flotación de la libertad, porque son la negación de la libertad de algunos y por tanto la negación de las condiciones mismas de posibilidad de la vida en común. Quien defiende que no hay ideas ilegales no entiende esto, y se basa una vez más en el error muy extendido (que ya critiqué en una entrada anterior "Sobre la tolerancia") de que todas las opiniones valen lo mismo, que toda opinión merece respeto, cuando son las personas y no las opiniones quienes merecen universalmente respeto. Y por ello mismo considero, contra Locke, que debe tolerarse al intolerante, pero no debe dejar de perseguirse ninguna expresión de la intolerancia. La democracia debe respetar la libertad de conciencia, siempre, y debe respetar la libertad de expresión, salvo cuando el ejercicio de esta vulnere los derechos de otros ciudadanos, del mismo modo que se respeta la libertad de acción salvo cuando vulnera dichos derechos.

            ¿Quiere esto decir que sea legítimo emplear la violencia en respuesta a actos intolerantes? No, salvo aquella que entra dentro del uso legítimo que de ella puede hacer el Estado, esto es, aquella que es conforme a la ley. Porque lo que ha de hacerse con el intolerante es aquello que él no hace: incluir dentro de la legalidad a aquel cuyas ideas resultan repulsivas. Se aplica la ley a quien considera que está fuera de la ley o que hay otros que no merecen ser amparados por la ley. El Estado democrático ha de decirle al intolerante: "lo que tú no le reconoces a tus víctimas, el Estado no obstante te lo reconoce a ti". Por ello los criminales de guerra nazis tuvieron derecho a un juicio en Nuremberg, aunque ellos no habían concedido dicho derecho a sus víctimas, porque la democracia reconoce derechos incluso a quienes los niegan y pisotean. Pero eso no quiere decir que la democracia renuncie a perseguirlos, juzgarlos y condenarlos, porque precisamente lo que está en juego es la existencia misma de la democracia.
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