martes, 30 de diciembre de 2014

Usos y abusos del Estado de Derecho

          No era la primera vez que escuchaba como presunto argumento contra una noción liberal de estado de derecho la falsedad de que “el III Reich ha sido el mayor estado de derecho que ha habido”, pero en esta ocasión quedé aterrado porque la frase salía de boca de una jueza (ni más ni menos que Garbiñe Biurrun, Presidenta de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco). Esto ocurrió hace meses en el interesante debate del programa Salvados que siguió a su falso documental del 23F "Operación Palace". Creo que no hubo réplica de los contertulios por una auto-asumida falacia de autoridad: uno tiende a esperar que si alguien sabe lo que es un estado de derecho es precisamente un experto en derecho, un juez. Se ve no obstante que la ideología es capaz de nublar toda objetividad y llevarnos a abusar de cualquier término con tal de salvar nuestros muebles ideológicos. Últimamente el concepto de estado de derecho está siendo desvirtuado por ser empleado con total ligereza tanto por sus detractores como por sus defensores, y dado que el estado de derecho es una conditio sine qua non de la democracia (como trataré de mostrar y contrariamente a lo que quiere la citada jueza) querría dedicar una líneas a reivindicar su uso legítimo frente a los abusos a los que es sometido con demasiada frecuencia, porque cuando un término acaba siendo tan polisémico que tiene como referencia prácticamente todo, esto es, cuando la noción de estado de derecho es tan vaga que sirve para designar prácticamente cualquier estado, entonces estamos ante un concepto absolutamente equívoco y por tanto inútil y confuso. Pero no creo que la noción de estado de derecho sea confusa, sino que hay usos malintencionados del término que buscan sembrar la confusión no tanto para desdibujar los límites del término como para borrar las fronteras del estado de derecho mismo.

            Sé bien que estado de derecho puede entenderse de forma puramente legalista o formal como “estado en que hay derecho”, esto es, lugar en que impera la ley, y esto es lo que llevaría a afirmar que estados como la Alemania nazi lo serían de derecho (existir una ley, existía). No obstante creo que este es un uso abusivo del término, como entenderemos a poco que reflexionemos acerca del concepto de ley. Rousseau defiende en El contrato social que un contrato que enajena derechos es un no-contrato, la ley me hace libre solo si no supone renuncia a mis derechos sino si garantiza en pie de igualdad los de todos los ciudadanos. Cualquier ley que me convierta en súbdito y no en ciudadano no es realmente ley sino fuerza, es por tanto una disimulada prolongación del estado de naturaleza donde solo rige una ley, la del más fuerte, que es precisamente el imperio de la violencia no legítima o no legal, esto es, el imperio de la no-ley. No quiero adentrarme en la noción rousseauniana de ley o de estado, tan solo recoger la idea de que si una ley no obliga por igual a todos entonces no es plenamente ley. De la misma forma un derecho no es tal si es excepcional, esto es, si solo parte de la ciudadanía es sujeto de derecho (entonces recibe el nombre de privilegio). Así pues, considero que un estado no puede serlo de derecho si no hay igualdad ante la ley (y de hecho la moderna noción de estado de derecho se opone a la de estado absolutista, en que haber leyes, habíalas), pues lo contrario supone que hay una excepcionalidad a la ley (una negación de la ley en la ley misma), que hay un poder superior al de la ley y es por tanto aquel, y no esta, el que impera.
            Por todo esto hay que decir que las leyes de Nuremberg del III Reich pondrían fin el estado de derecho (heredado de la República de Weimar), pues consolidan una desigualdad ante la ley de los judíos, les desposeen de su ciudadanía por ley. No obstante la ley lo que hace, o debería hacer en un estado de derecho, es generar ciudadanos y no desintegrarlos. Para aquellos que defienden la noción más puramente formal de estado de derecho mi concepción se antojará excesiva, en lo que sigue no obstante me voy a ceñir a ella porque creo que es la única forma de entender el concepto de estado de derecho que lo convierte en una noción significativamente útil. Si se entiende estado de derecho sencillamente como estado legal la noción es puramente redundante y tanto vale decir “estado” a secas. Ahora bien, creo que aún atendiendo a una definición muy deflacionaria de estado de derecho como mera existencia de la ley (aun cuando sea una ley tiránica, esto es, que obliga solo a algunos), tampoco el III Reich lo sería sencillamente porque no imperaba la ley, sino Hitler: su palabra era ley, podía perfectamente contradecirla y prevalecer, sus discursos eran fuerza de ley. La Alemania nazi no sería pues en ningún caso un estado de derecho porque no había igualdad ante la ley y porque había arbitrariedad en la ley, pues el poder de Hitler estaba por encima de ella, él mismo era la ley. Pero si la ley no manda no hay estado de derecho, si el derecho no precede a todo lo demás (a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en cualquiera de sus formas) el estado no lo es de derecho. La ley, y más concretamente los derechos civiles, son el a priori del estado de derecho, todo lo demás es su consecuencia.
¿Pero por qué querría nadie decir que el III Reich era un estado de Derecho? No son filonazis quienes lo hacen como uno podría tender a creer (aunque argumentando así se les hace el caldo gordo), sino cierta izquierda. La idea es asociar nociones centrales de la democracia liberal al nazismo para así desprestigiar dichas nociones en pro de ideas más próximas a eso que llaman “democracia orgánica”, de este modo se difumina la diferencia entre totalitarismo y democracia (todo sería estado de derecho salvo el estado de naturaleza) y sería más fácil justificar dictaduras o dictablandas de izquierda. Se trata de una falacia de reductio at hitlerum, que además de falaz señala algo falso pues como he tratado de dejar claro en ningún caso el término “estado de derecho” es aplicable al III Reich.

Hay otro frente en esta batalla semántica que es el que lideran no ya revolucionarios irredentos, sino los miembros del gobierno. El ejecutivo con demasiada frecuencia abusa también del término, para el gobierno “estado de derecho” es intercambiable por “acción de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado o de su sistema judicial”, pero una vez más esto es incorrecto. Se respeta el estado de derecho cuando dicho uso de la fuerza coercitiva es legítimo, esto es, cuando esos cuerpos y fuerzas de seguridad del estado actúan conforme a la ley, sometidos a ella, y eso solo siempre que dicha ley respete los derechos humanos. Así, hay estado de derecho cuando no hay tortura, juicios arbitrarios o terrorismo de estado. No es que el estado sea el derecho mismo y lo que no es estado no lo sea, los terroristas y delincuentes en general no violan el estado de derecho, violan la ley, no tienen capacidad para romper el estado de derecho (por desgracia sí a sus ciudadanos, desestabilizando así en ocasiones el estado de derecho hasta su disolución). Quien actúa fuera del estado no quiebra el estado de derecho aunque quiera, este sigue existiendo independientemente de su acción porque dado el monopolio del uso legítimo de la violencia por parte del estado, solo es conforme o no a derecho la acción del propio estado.
De un tiempo a esta parte, desde que desaparecieron los GAL y otras formas de terrorismo de estado se ha dado por hecho desde el poder que acción policial y estado de derecho son sinónimos pero no es así: tan policiales eran la acciones de la Stasi como lo son las de la policía nacional. Que la acción sea del estado es condición necesaria para que sea un ejercicio de la fuerza conforme a derecho, pero no es condición suficiente, ni mucho menos toda acción policial es legal por el simple hecho de que la policía sea un órgano ejecutor de la ley. Como defendí más arriba, sólo la aplicación de la ley de igual forma para todos y respetando siempre los derechos humanos es conforme a derecho (de no ser así hemos de darle la razón a quien considera que el III Reich fue un estado de derecho), y esto cuando no ocurre no suele ser gracias a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado o de sus distintos poderes, sino a su pesar.
            Así pues, el mayor peligro para el estado de derecho no es ni la perversión del lenguaje ni son, como quiere el gobierno, la acciones ciudadanas fuera o en el límite de la ley (y solo estas pueden ser tenidas por desobediencia civil, nunca la acción del poder como querría Artur Más), la más terrible amenaza del estado de derecho es el abuso del propio estado de derecho y eso es algo que solo los gobiernos pueden hacer porque si contra alguien protegen los derechos humanos es precisamente contra el poder del estado, y por ello es de derecho aquel estado que garantiza su defensa dentro de su territorio.
            Por ello lo que debería preocupar al gobierno, lo que supone un auténtico atropello al estado de derecho es la recién aprobada ley de seguridad ciudadana (ley mordaza) y en general la represión cada vez mayor del ejercicio de derechos civiles fundamentales como el de expresión o de reunión. Es sencillamente un escarnio para el país que exista el informe de Amnistía Internacional “España: el derecho a protestar, amenazado”, que las UIP (que insisten en  no llevar identificación) puedan invadir violentamente la estación de Atocha de Madrid sin consecuencias y que mossos d’esquadra ¡condenados por torturas! sean indultados. Si toda acción de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado por el hecho de serlo va a ser tenida por legítima se desmorona el imperio de la ley, si el abuso de poder y de fuerza es impune, entonces la fuerza es la ley y no el derecho.

            La batalla contra el estado de derecho es pues propia de totalitaristas (pues como he tratado de mostrar el estado totalitario no lo es de derecho) y de anarquistas (pues buscan la abolición de cualquier forma de estado), pero en España la ganan para ellos cierta izquierda condescendiente con regímenes dictatoriales y autoritarios y el gobierno, del cual cabría preguntarse entonces si no pertenece de forma oculta a alguno de esos bandos (y juraría que no es al de los anarquistas). Si el Partido Popular está realmente preocupado por el auge del populismo y la desafección con las instituciones democráticas, que sencillamente deje de pervertir la democracia y de abusar de un Estado que, con cada nueva ley referida a la seguridad que aprueba, lo es menos de derecho.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

La ficción dialéctica y el neobipartidismo de Podemos



          Si hay algo que me desconcierta ya desde segundo de filosofía, es la facilidad con que se está dispuesto a creer, incluso en nuestra presuntamente postmoderna sociedad, en una estructura dialéctica del devenir y de la realidad. Me llena de estupor por qué se concede ese privilegio al dos, cuando la tendencia más natural parece que debería llevarnos a oponer como opciones alternativas monismo y pluralismo, y no monismo y dualismo, pues tan opuesto al uno es el dos como el tres o el cuatrocientos treinta y seis. Pero parece que la cuerda de un arquetipo ancestral fuera pulsada en nuestra psique cada vez que se nos ofrece un esquema dialéctico con que asumir nuestra posición en el mundo, y así cayéramos rendidos en los brazos de cualquier relato de lucha y superación de opuestos.


          La dialéctica es hija del logocentrismo defiende Derrida, pues si el pensamiento racional se centra en la verdad y esta es entendida como aletheia, desvelamiento, es que hay algo que la vela, que la oculta, por ello todo discurso privilegia algo entendido como originario, el logos, lo Uno, y esto conlleva necesariamente la presunción de un parásito que de él se deriva, pura alteridad, lo Otro, y que trata de ocultarlo. Así es como se permite resumir un no derridiano una de las claves del pensamiento del máximo artífice de la deconstrucción (no gastronómica). Lo fundamental es que todo "sí", toda afirmación, todo intento por asumir una identidad, genera un no-yo, y así todo discurso fundacional genera una ficción dialéctica, conduce irremisiblemente a una reducción dicotómica del ser a dos realidades siendo una auténtica o superior, y otra bastarda. Y así, hasta Nietzsche, se estira la historia del pensamiento occidental, asumiendo la dialéctica como algo consustancial al espíritu o a la materia, a la Historia, a la Razón.


          Yo diría que si hay algo de razón en estas profundidades metalingüísticas de Derrida, aparece sobretodo a nivel psicopolítico. Triunfa el dualismo en las mentes y en las sociedades. Donde no hay un monismo impuesto (una dictadura), el pluralismo supuesto de la democracia es efímero y tiende a consolidar bipartidismos más o menos imperfectos. Pablo Iglesias parece haber entendido esta tendencia, este instinto de la mente humana, ese filtro que las pulsiones de Eros y Thanatos imponen a nuestra mirada política (si no tomamos precauciones, y se ve que no las tomamos) generando inevitablemente un "nosotros" que deseamos y un "ellos" que ansiamos aniquilar. Es la política de tercio excluso. De este instinto, de esta ficción dialéctica que se ve que estructura nuestra visión política, la amansa, la simplifica, la conforma en todos los sentidos de la palabra, de ella beben los ismos políticos más poderosos de los últimos siglos: el comunismo y el nacionalismo. Son las teorías políticas epítome del pensar dialéctico del XIX, hijas de la misma ilusión reduccionista: solo hay clase dominada y clase dominante (ojo, en la sociedad en la que escribe Marx esto no es una completa ilusión, sí convertirla en esquema aplicable a toda sociedad pasada y futura) o solo hay autóctonos y extranjeros.


          Pablo Iglesias ya no habla de clases, suena viejuno y desde luego no responde a la realidad (los mejores pensadores marxistas como Erik Olin Wright hablan de una sociedad en que pervive la explotación pero entre múltiples clases), y el nacionalismo es el corazón del fascismo (aunque algunos ciegos quieran creer que los nacionalismos sin Estado no lo son). Pablo Iglesias habla de "casta". Sencillo, directo, fácil, ya tenemos el "ellos", y el "nosotros" es sencillamente Podemos o cualquiera que se diga "no casta" (¿y quién querría decir de sí mismo que lo es?). Es tan vago y general que es una verdad absoluta, infalsable. ¿Qué es casta? Pablo Iglesias no señala con el dedo, responde con eslóganes (let’s the show begin). ¿Un diputado honesto es casta? No se sabe, en el fondo dependerá de si “le ajuntamos” o no, de nuestra voluntad de incluirle en el “nosotros” o en el “ellos”, porque no existen los diputados honestos y deshonestos, ni los partidos, toda responsabilidad personal queda difuminada en un colectivo borroso (no se nos vaya a colar el pluralismo en el invento y realmente acabemos con el bipartidismo), solo existe “la casta”, perpetuamente redefinible ad hoc.


Pablo Iglesias ha dicho directamente que aspira a sustituir al PSOE (se entiende que a lo que el PSOE fue, no a este PSOE tumefacto), o sea, Pablo Iglesias aspira literalmente al bipartidismo y por eso su discurso es de una dialéctica tan simple como el "y tú más" del bipartidismo agonizante, y el PP acoge con alborozo ese juego de invisibilización de terceros (y cuartos y quintos). “O yo o el caos” consagra al PP como la otra pieza fundamental del binomio del que participe Pablo Iglesias, y por eso los populares hablan de Podemos más que de sí mismos. No hay corruptos, no hay partidos, no hay PP, por no haber no hay ni gobierno, solo "casta", el mal, el otro, el adversario que me define como lo que soy porque de hecho soy meramente "no casta". Pablo Iglesias solo dice con lo que va a acabar, no lo que va a crear, y por eso valen fórmulas tan generales, tan simples. No necesita más para apelar al dualismo atávico del ser humano que enmascara un monismo totalizador (susurra Derrida) y que impregna Podemos desde su logo-tipo mismo, un círculo, la bienredonda pelota de lo Uno parmenídeo, la Verdad. Hay que ser iluso para creer en una democracia de múltiples partidos o sin partidos piensa para sus adentros Pablo Iglesias: o eres la escupidera de uno de los dos grandes o eres el que escupe. El bipartidismo ha muerto, viva el bipartidismo. No necesitáis conciencia de clase, ni de nación, esas entelequias huelen a formol, escojamos una nueva: somos los que sí que pueden, y ellos, la casta. ¡Bienaventurado el pensamiento dicotómico, pues él os hará ganar elecciones!



viernes, 5 de septiembre de 2014

El 15M vota

          El 15M no es ningún partido, pero el 15M vota. Un sector del 15M no, es más, un sector del 15M no solo no querría votar, sino que tampoco querría que lo hiciera el resto. Así, desde el principio algunos torpedearon cualquier intento de acceso del 15M a las instituciones mediante los mecanismos de la democracia representativa. Hubo (hay) en el 15M quien no cree en ese modelo de democracia, quien reclama una que llaman "directa" o "participativa" cuando en realidad corresponde más bien a lo que Giovanni Sartori llama "una exasperación de la participación de tipo activista" que "nos propone a un ciudadano que vive para servir a la democracia (en vez de una democracia que existe para servir al ciudadano)". Pero el 15M es un movimiento con altas aspiraciones, con sueños, pero anti-utópico (recordemos, "sí se puede") o por lo menos renuente a utopías pasadas. A quienes se empecinan en aquellas utopías les costó (les cuesta aún) entender y aprobar esto, están tan convencidos de que la calle son ellos que cuando pasa algo en la calle creen que son ellos mismos lo que ha pasado (aunque ni pasaran por allí).

          Pero muchos del 15M querían votar y estaban huérfanos de partido. #NoLesVotes no supone defender la abstención (eso sería #NoVotes) sino no transigir con la corrupción votándola. Así que el 15M creó sus propios partidos. "Ningún partido es el 15M" se aprestan a gritar algunos. Claro, cualquiera que haya participado en el 15M desde la 1ª, la 2ª o la 3ª fila lo sabe, pero también cualquiera que haya participado en el 15M, en sus asambleas o en la red, reconocerá a algunos de sus compañeros de 1ª, 2ª o 3ª fila en estos partidos. No hace falta que presuman de haber participado en el 15M, los hemos visto, los conocemos aunque solo sea de forma virtual. En Podemos y en el Partido X (con el que colaboré muy tímidamente haciendo propuestas, votando y divulgando) los hemos reconocido.

          Sí, en Podemos hay una figura mediática, sí, estampó su retrato en la lista electoral. ¿Es personalista Podemos? Yo diría que sí pero participar en las elecciones es aspirar a llegar a las masas, ¿de verdad se pretende que si un partido tiene un icono mediático prescinda de él? Un partido si es pequeño, ¿acaso debe aspirar a obtener votantes en secreto? Me parece antiestético (como poco) ver el jeto del candidato en la lista, pero cuando la marca que se tiene es "ni su", habrá que emplear cuanto permita al partido salir del anonimato. ¡De eso va ganar elecciones! (Todo lo dicho no justifica en cambio cosas como lo ocurrido en Murcia, que habla no solo de personalismo sino de autoritarismo.)

          Y de nuevo: ¿Hay por tanto partidos del 15M? No, es un movimiento plural, nadie puede pretender ser su representante (aunque algún partido del establishment, pero que cree no serlo, lo haya intentado). Aún así hay partidos que recogen sus formas, propuestas y parte de su gente. Por supuesto que hay 15M en otros partidos, también los conocemos. De hecho, en pasadas elecciones parte de ese 15M que quería votar, votó, y eligió entre los partidos que ya había. Algunos votaron a IU por su apoyo a las protestas ciudadanas y su presencia en las mismas (pero muchos otros jamás votarían a un partido con consejeros en Bankia o sin primarias), otros a UPyD por sus primarias abiertas y su proyecto de regeneración democrática (pero muchos no quieren saber nada de su encastillamiento en el asunto territorial o su discurso meritocrático), EQUO no fue capaz de aglutinar suficientes votos pero recibió muchos, y puede que incluso hubiera quien votara al PSOE o al PP o a partidos nacionalistas, sí. Pero había una mayoría de votantes del 15M que no quería símbolos o caras del pasado, y los partidos existentes, sobretodo aquellos a la izquierda, no entendieron esa reticencia y les acusaron de adanismo político. Era todo lo contrario, la historia les había hecho desconfiar de ciertos símbolos, no era adanismo, era prudencia.

          Ahora parece que hay otras opciones, las maneras del 15M (para bien y para mal) han llegado a partidos nuevos porque suponen una contradicción de las maneras de los partidos antiguos (PSOE, PP, IU...), del aparato. El 15M no abjura de la democracia representativa (una parte sí, su lucha está fuera de las instituciones y ahí sigue), pero cree que esta puede ser realmente participativa mediante fórmulas de democracia interna en los partidos. El 15M ha germinado en múltiples iniciativas y ahora también en votos (no tanto en mi opción, el Partido X, se ve que las redes pueden organizar ideas y estructurar una candidatura electoral, pero de momento parece que solo los grandes medios pueden hacerla visible).

          Hay quien teme la irrupción de Podemos en las instituciones, pero yo lo veo como un tábano que haga despertar a un sistema de partidos y de votantes dormido (sí, UPyD y EQUO llegaron antes, pero no lograron un impacto así, lo cual no resta mérito a su temprana proeza). Confío en una suerte de selección natural que convertirá el programa de Podemos en algo cada vez más razonable cuanto más cerca esté de poder ser aplicado, pero al margen de lo que me guste o no Podemos (de eso me ocuparé en otra entrada más adelante), mi esperanza es que gracias al hype de Podemos en breve sea una realidad lo que le oí decir a Inés Sabanés en una tertulia, que "dentro de unos años cualquier partido sin primarias abiertas parecerá medieval", porque la mejor forma de participación en las democracias representativas es a través de los partidos políticos, y cuanto más abiertos sean estos mejor será para nuestra democracia en general.

Licencia de Creative Commons
El niño que juega a los dados is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported License.