miércoles, 10 de septiembre de 2014

La ficción dialéctica y el neobipartidismo de Podemos



          Si hay algo que me desconcierta ya desde segundo de filosofía, es la facilidad con que se está dispuesto a creer, incluso en nuestra presuntamente postmoderna sociedad, en una estructura dialéctica del devenir y de la realidad. Me llena de estupor por qué se concede ese privilegio al dos, cuando la tendencia más natural parece que debería llevarnos a oponer como opciones alternativas monismo y pluralismo, y no monismo y dualismo, pues tan opuesto al uno es el dos como el tres o el cuatrocientos treinta y seis. Pero parece que la cuerda de un arquetipo ancestral fuera pulsada en nuestra psique cada vez que se nos ofrece un esquema dialéctico con que asumir nuestra posición en el mundo, y así cayéramos rendidos en los brazos de cualquier relato de lucha y superación de opuestos.


          La dialéctica es hija del logocentrismo defiende Derrida, pues si el pensamiento racional se centra en la verdad y esta es entendida como aletheia, desvelamiento, es que hay algo que la vela, que la oculta, por ello todo discurso privilegia algo entendido como originario, el logos, lo Uno, y esto conlleva necesariamente la presunción de un parásito que de él se deriva, pura alteridad, lo Otro, y que trata de ocultarlo. Así es como se permite resumir un no derridiano una de las claves del pensamiento del máximo artífice de la deconstrucción (no gastronómica). Lo fundamental es que todo "sí", toda afirmación, todo intento por asumir una identidad, genera un no-yo, y así todo discurso fundacional genera una ficción dialéctica, conduce irremisiblemente a una reducción dicotómica del ser a dos realidades siendo una auténtica o superior, y otra bastarda. Y así, hasta Nietzsche, se estira la historia del pensamiento occidental, asumiendo la dialéctica como algo consustancial al espíritu o a la materia, a la Historia, a la Razón.


          Yo diría que si hay algo de razón en estas profundidades metalingüísticas de Derrida, aparece sobretodo a nivel psicopolítico. Triunfa el dualismo en las mentes y en las sociedades. Donde no hay un monismo impuesto (una dictadura), el pluralismo supuesto de la democracia es efímero y tiende a consolidar bipartidismos más o menos imperfectos. Pablo Iglesias parece haber entendido esta tendencia, este instinto de la mente humana, ese filtro que las pulsiones de Eros y Thanatos imponen a nuestra mirada política (si no tomamos precauciones, y se ve que no las tomamos) generando inevitablemente un "nosotros" que deseamos y un "ellos" que ansiamos aniquilar. Es la política de tercio excluso. De este instinto, de esta ficción dialéctica que se ve que estructura nuestra visión política, la amansa, la simplifica, la conforma en todos los sentidos de la palabra, de ella beben los ismos políticos más poderosos de los últimos siglos: el comunismo y el nacionalismo. Son las teorías políticas epítome del pensar dialéctico del XIX, hijas de la misma ilusión reduccionista: solo hay clase dominada y clase dominante (ojo, en la sociedad en la que escribe Marx esto no es una completa ilusión, sí convertirla en esquema aplicable a toda sociedad pasada y futura) o solo hay autóctonos y extranjeros.


          Pablo Iglesias ya no habla de clases, suena viejuno y desde luego no responde a la realidad (los mejores pensadores marxistas como Erik Olin Wright hablan de una sociedad en que pervive la explotación pero entre múltiples clases), y el nacionalismo es el corazón del fascismo (aunque algunos ciegos quieran creer que los nacionalismos sin Estado no lo son). Pablo Iglesias habla de "casta". Sencillo, directo, fácil, ya tenemos el "ellos", y el "nosotros" es sencillamente Podemos o cualquiera que se diga "no casta" (¿y quién querría decir de sí mismo que lo es?). Es tan vago y general que es una verdad absoluta, infalsable. ¿Qué es casta? Pablo Iglesias no señala con el dedo, responde con eslóganes (let’s the show begin). ¿Un diputado honesto es casta? No se sabe, en el fondo dependerá de si “le ajuntamos” o no, de nuestra voluntad de incluirle en el “nosotros” o en el “ellos”, porque no existen los diputados honestos y deshonestos, ni los partidos, toda responsabilidad personal queda difuminada en un colectivo borroso (no se nos vaya a colar el pluralismo en el invento y realmente acabemos con el bipartidismo), solo existe “la casta”, perpetuamente redefinible ad hoc.


Pablo Iglesias ha dicho directamente que aspira a sustituir al PSOE (se entiende que a lo que el PSOE fue, no a este PSOE tumefacto), o sea, Pablo Iglesias aspira literalmente al bipartidismo y por eso su discurso es de una dialéctica tan simple como el "y tú más" del bipartidismo agonizante, y el PP acoge con alborozo ese juego de invisibilización de terceros (y cuartos y quintos). “O yo o el caos” consagra al PP como la otra pieza fundamental del binomio del que participe Pablo Iglesias, y por eso los populares hablan de Podemos más que de sí mismos. No hay corruptos, no hay partidos, no hay PP, por no haber no hay ni gobierno, solo "casta", el mal, el otro, el adversario que me define como lo que soy porque de hecho soy meramente "no casta". Pablo Iglesias solo dice con lo que va a acabar, no lo que va a crear, y por eso valen fórmulas tan generales, tan simples. No necesita más para apelar al dualismo atávico del ser humano que enmascara un monismo totalizador (susurra Derrida) y que impregna Podemos desde su logo-tipo mismo, un círculo, la bienredonda pelota de lo Uno parmenídeo, la Verdad. Hay que ser iluso para creer en una democracia de múltiples partidos o sin partidos piensa para sus adentros Pablo Iglesias: o eres la escupidera de uno de los dos grandes o eres el que escupe. El bipartidismo ha muerto, viva el bipartidismo. No necesitáis conciencia de clase, ni de nación, esas entelequias huelen a formol, escojamos una nueva: somos los que sí que pueden, y ellos, la casta. ¡Bienaventurado el pensamiento dicotómico, pues él os hará ganar elecciones!



viernes, 5 de septiembre de 2014

El 15M vota

          El 15M no es ningún partido, pero el 15M vota. Un sector del 15M no, es más, un sector del 15M no solo no querría votar, sino que tampoco querría que lo hiciera el resto. Así, desde el principio algunos torpedearon cualquier intento de acceso del 15M a las instituciones mediante los mecanismos de la democracia representativa. Hubo (hay) en el 15M quien no cree en ese modelo de democracia, quien reclama una que llaman "directa" o "participativa" cuando en realidad corresponde más bien a lo que Giovanni Sartori llama "una exasperación de la participación de tipo activista" que "nos propone a un ciudadano que vive para servir a la democracia (en vez de una democracia que existe para servir al ciudadano)". Pero el 15M es un movimiento con altas aspiraciones, con sueños, pero anti-utópico (recordemos, "sí se puede") o por lo menos renuente a utopías pasadas. A quienes se empecinan en aquellas utopías les costó (les cuesta aún) entender y aprobar esto, están tan convencidos de que la calle son ellos que cuando pasa algo en la calle creen que son ellos mismos lo que ha pasado (aunque ni pasaran por allí).

          Pero muchos del 15M querían votar y estaban huérfanos de partido. #NoLesVotes no supone defender la abstención (eso sería #NoVotes) sino no transigir con la corrupción votándola. Así que el 15M creó sus propios partidos. "Ningún partido es el 15M" se aprestan a gritar algunos. Claro, cualquiera que haya participado en el 15M desde la 1ª, la 2ª o la 3ª fila lo sabe, pero también cualquiera que haya participado en el 15M, en sus asambleas o en la red, reconocerá a algunos de sus compañeros de 1ª, 2ª o 3ª fila en estos partidos. No hace falta que presuman de haber participado en el 15M, los hemos visto, los conocemos aunque solo sea de forma virtual. En Podemos y en el Partido X (con el que colaboré muy tímidamente haciendo propuestas, votando y divulgando) los hemos reconocido.

          Sí, en Podemos hay una figura mediática, sí, estampó su retrato en la lista electoral. ¿Es personalista Podemos? Yo diría que sí pero participar en las elecciones es aspirar a llegar a las masas, ¿de verdad se pretende que si un partido tiene un icono mediático prescinda de él? Un partido si es pequeño, ¿acaso debe aspirar a obtener votantes en secreto? Me parece antiestético (como poco) ver el jeto del candidato en la lista, pero cuando la marca que se tiene es "ni su", habrá que emplear cuanto permita al partido salir del anonimato. ¡De eso va ganar elecciones! (Todo lo dicho no justifica en cambio cosas como lo ocurrido en Murcia, que habla no solo de personalismo sino de autoritarismo.)

          Y de nuevo: ¿Hay por tanto partidos del 15M? No, es un movimiento plural, nadie puede pretender ser su representante (aunque algún partido del establishment, pero que cree no serlo, lo haya intentado). Aún así hay partidos que recogen sus formas, propuestas y parte de su gente. Por supuesto que hay 15M en otros partidos, también los conocemos. De hecho, en pasadas elecciones parte de ese 15M que quería votar, votó, y eligió entre los partidos que ya había. Algunos votaron a IU por su apoyo a las protestas ciudadanas y su presencia en las mismas (pero muchos otros jamás votarían a un partido con consejeros en Bankia o sin primarias), otros a UPyD por sus primarias abiertas y su proyecto de regeneración democrática (pero muchos no quieren saber nada de su encastillamiento en el asunto territorial o su discurso meritocrático), EQUO no fue capaz de aglutinar suficientes votos pero recibió muchos, y puede que incluso hubiera quien votara al PSOE o al PP o a partidos nacionalistas, sí. Pero había una mayoría de votantes del 15M que no quería símbolos o caras del pasado, y los partidos existentes, sobretodo aquellos a la izquierda, no entendieron esa reticencia y les acusaron de adanismo político. Era todo lo contrario, la historia les había hecho desconfiar de ciertos símbolos, no era adanismo, era prudencia.

          Ahora parece que hay otras opciones, las maneras del 15M (para bien y para mal) han llegado a partidos nuevos porque suponen una contradicción de las maneras de los partidos antiguos (PSOE, PP, IU...), del aparato. El 15M no abjura de la democracia representativa (una parte sí, su lucha está fuera de las instituciones y ahí sigue), pero cree que esta puede ser realmente participativa mediante fórmulas de democracia interna en los partidos. El 15M ha germinado en múltiples iniciativas y ahora también en votos (no tanto en mi opción, el Partido X, se ve que las redes pueden organizar ideas y estructurar una candidatura electoral, pero de momento parece que solo los grandes medios pueden hacerla visible).

          Hay quien teme la irrupción de Podemos en las instituciones, pero yo lo veo como un tábano que haga despertar a un sistema de partidos y de votantes dormido (sí, UPyD y EQUO llegaron antes, pero no lograron un impacto así, lo cual no resta mérito a su temprana proeza). Confío en una suerte de selección natural que convertirá el programa de Podemos en algo cada vez más razonable cuanto más cerca esté de poder ser aplicado, pero al margen de lo que me guste o no Podemos (de eso me ocuparé en otra entrada más adelante), mi esperanza es que gracias al hype de Podemos en breve sea una realidad lo que le oí decir a Inés Sabanés en una tertulia, que "dentro de unos años cualquier partido sin primarias abiertas parecerá medieval", porque la mejor forma de participación en las democracias representativas es a través de los partidos políticos, y cuanto más abiertos sean estos mejor será para nuestra democracia en general.

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