viernes, 3 de julio de 2015

Este no es otro artículo para explicar qué está pasando en Grecia

          Vaya por delante que este no es otro artículo más para explicar qué está ocurriendo en Grecia. Carezco de elementos para elaborar una explicación profunda y dar una interpretación formada de los hechos. Por una parte mis conocimientos de economía se reducen a nociones muy rudimentarias y unos pocos fundamentos de teoría de juegos, tampoco soy experto en relaciones internacionales ni en la legislación de la Unión Europea y no me creo que por haber leído un buen número de artículos acerca de la situación en Grecia realmente pueda hacerme una idea exacta (y puede que ni tan siquiera aproximada) de dicha situación. Por otra parte no soy tifosi de Syriza ni de ningún otro partido político griego (aunque tengo a Nueva Democracia y al PASOK por culpables de la crisis griega, por lo que irían los últimos en mi lista de no ser porque ese lugar es para el infame partido neonazi Amanecer Dorado). Yo diría que el ser supermegafan de Syriza o todo lo contrario ha contribuido a sustentar la mayoría de las opiniones que estamos leyendo estos días acerca del caso griego, y juraría que, a diferencia de las opiniones vertidas por expertos en política internacional o en economía, aquellas son irrelevantes. Y por eso puede que, aunque mi artículo no pueda explicar nada sobre lo que ahora está pasando en Grecia desde el punto de vista técnico, sí pueda beneficiarse de una visión apartidista.
         Esa visión apartidista no es en absoluto neutral: siento un especial cariño por Grecia y sus gentes, siento esperanza (aunque sin mucha fe) con el proyecto de la Unión Europea a pesar de todos sus defectos y siento una profunda desconfianza hacia el FMI.
          Soy filósofo y siento Grecia como mi patria intelectual, he viajado a dicho país en dos ocasiones y son viajes que recuerdo con especial cariño (son, de hecho, los mejores viajes de mi vida), adoro la cultura griega y a los propios griegos (salvo conduciendo, en la carretera me acojonan) y me parece sencillamente terrible lo que están sufriendo.
          Respecto a la Unión Europea anhelo una política fiscal común y una Europa de las gentes, no soy ciego a los múltiples defectos de esta Unión Europea, pero quiero recordar siempre su origen, y que un pacto económico sirvió para hacer de tal manera codependientes a Francia y Alemania como para garantizar la paz, y este y no otro es el fin último de la Unión Europea. Así, frente a la ola generalizada de euroescepticismo (o antieuropeísmo) yo sigo creyendo en el proyecto de la Unión Europea, y quiero que paulatinamente desaparezcan las patrias bajo la Novena de Beethoven.
          Por fin, el FMI y el Banco Mundial tienen un mandato que es combatir la pobreza, pero en este caso veo un abismo mucho más grande que en el caso de la Unión Europea entre sus fines y sus actos. Es más, me parece increíble que a estas alturas nadie pueda confiar en un organismo que tuvo como presidente a alguien como Rodrigo Rato, estafador profesional.

          Más allá de mis simpatías y antipatías hay que abordar (en la medida de mis posibilidades) los hechos: el origen de la crisis de deuda griega es la corrupción generalizada de su sistema político y más concretamente de los dos principales partidos Nueva Democracia y el PASOK. La entrada en el en el euro en 2001 cumpliendo aparentemente con los criterios del tratado de Maastricht fue un espejismo, y Nueva Democracia, con ayuda de Goldman Sachs, presentó durante años cuentas falsas en años posteriores. Debido a esto la gran recesión de 2008 originada en los Estados Unidos golpeó con especial severidad a Grecia de tal forma que la agencias de calificación rebajaron la deuda del país heleno a la categoría de "bono basura". En 2010, ante la inminencia de la bancarrota del estado heleno el gobierno solicitó un primer rescate a la Comisión Europea, el BCE y el FMI por valor de 110.000 millones de euros y fue concedido a cambio de la implantación de medidas de austeridad, reformas estructurales y la privatización de empresas públicas. En 2012 hubo un segundo rescate por valor de 130.000 millones de euros. Desde el punto de vista social los años de crisis en Grecia han tenido como consecuencias una merma significativa de los niveles de salud y disminución de la esperanza de vida, emigración forzosa, deterioro de los servicios públicos y en general aumento de la pobreza y la desigualdad. Obviamente esta relatoría de hechos es demasiado sintética, pero es cuando puedo permitirme aquí.
          El presente, como todos sabemos, es que el pasado domingo 28 vencía el plazo para la concesión de un tercer rescate y que el próximo domingo 5 se celebrará un referéndum en Grecia para aprobar o no los términos de dicho rescate propuestos por la Comisión Europea, el BCE y el FMI. La papeleta de voto reza "¿Debe ser aceptado el acuerdo propuesto, que fue presentado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional en el Eurogrupo del 25/06/2015 y que consiste en dos partes, las cuales constituyen su propuesta unificada?" y a continuación se especifican los títulos de los documentos en cuestión y se ofrecen dos simples opciones: "sí" o "no". Los puntos centrales de la propuesta son una ampliación de la base del IVA y una reducción drástica del número de personas que pueden optar a un retiro anticipado, así como más acciones para reducir la evasión fiscal y acabar con la corrupción. Para el gobierno de Tsipras básicamente se trata de un nuevo memorándum de la troika que supone continuar con las políticas de austeridad sin visos de mejora.

          Son tres al menos los Premio Nobel de Economía que han escrito sobre el inminente referéndum convocado por el Primer Ministro heleno Alexis Tsipras: Joseph Stiglitz y Paul Krugman defienden (como el gobierno griego) el "no", y el griego Christopher Pissarides pide el "sí". Aspectos respecto a los que hay relativo consenso son: a) la deuda helena es impagable (al menos en un futuro próximo) por lo que es necesaria una nueva quita, b) los dos primeros rescates fueron íntegros para pagar a acreedores por lo que Grecia no pudo realmente disponer de ellos y c) las políticas de austeridad llevadas hasta ahora no permiten resolver la crisis griega. Ninguna de estas tres cosas implica que haya que abrazar necesariamente el neokeynesianismo de Stigliz o Krugman, pero sí señala que es necesario otro rumbo (o al menos otra cadencia) en las reformas que debe asumir Grecia y sugiere una reestructuración de la deuda.
          También hay que tener en cuenta que, si bien el FMI es una entidad conformada por presuntos expertos tecnócratas, y por tanto presuntamente independiente políticamente, un think tank elegido de espaldas a la ciudadanía, no así la Comisión Europea, en el que están presentes ministros de economía de los distintos países de la Unión Europea y que por lo tanto actúan como representantes de sus diversos estados (esto lo preciso porque una forma de simplificar el debate es "soberanía griega versus dictadura europea", cuando lo que hay, al menos en parte, es un conflicto internacional entre distintos estados soberanos lo cual, todo sea dicho, no es sino un síntoma más de que la Unión Europea no funciona mejor que nuestro triste estado de las autonomías en que en lugar de una política común hay una pugna por satisfacer intereses regionales).

          Y ahora por fin, con las cartas sobre la mesa (pido disculpas por mi manía de escribir entradas que consisten en un larguísimo preámbulo seguido de una conclusión) abordemos el asunto del referéndum que para unos es una grave irresponsabilidad y para otros la cima de la democracia occidental (y vaya por delante que no voy a defender ni el "sí" ni el "no", atreverse a pronunciarse sobre ello sin vivir en Grecia y sin conocer los pormenores del pacto propuesto por el Eurogrupo, las alternativas y las consecuencias del mismo me parece obsceno).
          El asunto del referéndum se está abordando de forma harto tramposa, pues hay quienes argumentan a favor de este referéndum defendiendo la necesidad de referendums en general, pero una cosa es la teoría política abstracta y otra el ejercicio práctico de la política. Que los referendums sean un instrumento necesario de participación directa en democracia no implica necesariamente que todo referéndum sea bueno para la democracia y ahonde en la misma (por poner un ejemplo, un referéndum acerca de si instaurar la pena de muerte o no a mí me parecería terrible para nuestra democracia). Por lo tanto es necesario medir la pertinencia de este referéndum (no su legitimidad, que no está en absoluto en entredicho), así como su forma y contenido.
         En política las medidas son pertinentes si son oportunas, y eso hace que haya que plantearse si el referéndum ha sido convocado adecuadamente en tiempo y forma. Desde mi punto de vista este referéndum es inoportuno y satisface intereses puramente partidistas. Por una parte es precipitado, se hace referencia en la papeleta de voto a un documento técnico de varias páginas cuya firma o no arrastra importantes consecuencias que son difíciles de imaginar para el (como yo) ciudadano medio (por lo que de hecho el referéndum se usa como plebiscito sobre el gobierno mismo de Grecia "¿A quién queréis más, a mamá Syriza o a la madrastra UE?", lo cual es una simplificación rastrera). Por otra es inútil, pues se vota la aprobación de un acuerdo cuyo plazo expiró el domingo pasado y que por tanto no es válido (podemos votar ahora acerca de si firmar o no el tratado de Tordesillas con Portugal, pero nada cambiará el hecho de que ya fue firmado, y nada cambiará el hecho de que el acuerdo que menciona la papeleta del referéndum ya no ha sido firmado).
          ¿Por qué digo que es partidista el referéndum? Porque Tsipras ya había aceptado el acuerdo o se mostraba dispuesto a aceptarlo, pero parte de su partido no iba a hacerlo, esto es, probablemente el Parlamento griego no iba a aceptarlo. ¿Qué hacer? ¿Quedar como el Primer Ministro que promete el fin de la austeridad y luego cede, y al que deben sacar los colores sus correligionarios convirtiéndolo en un traidor? Tsipras no ha querido ser Papandreu, ha querido salvarse y ha huido.
          La decisión a tomar es difícil, el acuerdo es complejo, entender las líneas principales del documento y sobretodo conocer sus consecuencias (así como el punto de partida: ¿cuánto dinero hay en la hucha, hasta cuándo se va a poder pagar las pensiones, el subsidio de desempleo, los salarios de los funcionarios públicos?) no están al alcance de cualquiera. Este tipo de decisiones son el fundamento de la democracia representativa y Tsipras ha rehuido su responsabilidad como representante delegando en el pueblo una responsabilidad que este no está en condiciones de asumir. ¿Cómo, estoy sugiriendo que el pueblo no es soberano, que no debe dejarse que decida? No, digo que si se considera que los acuerdos con la UE, la solicitud de un rescate, son algo que debe ser aprobado en referéndum, si realmente Tsipras considera que no tiene autoridad para firmar tal acuerdo, si ama los referendums como instrumento democrático, entonces debería haberlo convocado antes. Muchos ahora consideran que los votos de los griegos están "secuestrados": se votará con miedo o con el bolsillo dicen algunos, yo añado que se votará también borrachos de nacionalismo, ideología y revanchismo. El voto no está secuestrado, pero no es más que formalmente libre, porque ante la urgencia es difícil tomar la distancia necesaria para evaluar sensatamente las opciones, un referéndum a empujones no es precisamente el ideal de la democracia.
          ¿Por qué no se convocó el referéndum hace un mes? La réplica parece obvia: no había propuesta concreta a evaluar. La contraréplica me resulta igual de obvia: tampoco ahora la hay, dicha propuesta ya no está vigente, y además, según Tsipras y Varoufakis no se trata realmente de votar ese documento sino en contra o a favor de las políticas de austeridad, o a favor o en contra de reestructurar la deuda, o a favor o en contra de seguir negociando o romper con la UE, o a favor o en contra de seguir en el euro o recuperar la soberanía monetaria (la única soberanía que ha sido realmente cedida por los estados miembros de la UE, además de aceptar someterse a una legislación común). En fin, si realmente el referéndum esconde una debate mayor, sin duda podía haberse planteado hace meses. Es más, creo que, si realmente Tsipras considera que su respaldo electoral no es suficiente para firmar rescates y es necesario un referéndum, debería haber convocado dicho referéndum al principio de su mandato para tomarlo como hoja de ruta (aunque lo que hizo era lo sensato, tomar como hoja de ruta su programa electoral, pues ahí están los principios que votaron los ciudadanos griegos en las últimas elecciones generales).
          Por otra parte la política es (ha de ser) ventajista (respetando ciertas líneas rojas como los Derechos Humanos), basada en las consecuencias y el mayor bien para la mayoría (una vez más, respetando ciertas líneas rojas). Desde este punto de vista solo el futuro podrá decirnos realmente si este referéndum ha sido útil o no: si permite al pueblo Griego vivir mejor sí, de lo contrario no; si no debilita a la Unión europea sí, de lo contrario no (esto último muchos lo ven al revés, pero yo me declaro europeísta apátrida, y anhelo que la UE vaya a más y a mejor). A priori sabemos que si esta catarsis no consigue reencauzar la gestión de la crisis griega solo habrá servido para encarecer el rescate, pero tal vez haya servido para poner sobre la mesa las dimensiones del problema y permitir una nueva quita (sí, ya ha habido quitas de la deuda griega) y una reestructuración de la deuda. Desde mi punto de vista esto no cambiaría mi idea de que Tsipras ha obrado cobardemente, pero igual que las buenas intenciones en ocasiones conducen a grandes desastres, a veces intenciones espurias son motores del progreso. Sin ir más lejos el propio FMI acaba de reconocer que la deuda es impagable, luego este referéndum chapucero tal vez no sea sino un capítulo de la astucia de la razón hegeliana.
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