lunes, 28 de diciembre de 2015

Star Wars, ni tan nuevo ni tan viejo: el despertar de una nueva trilogía.

Crítica amateur con spoilers


         ¿Por qué amateur? Porque siendo honesto, me cuesta mucho ser objetivo con Star Wars. Voy a tratar de ser ecuánime, pero este no es el punto de vista de un profesional, sino de un fan. Me considero un cinéfilo de esos que aprecian todo el cine sin despreciar ningún género, aunque reconozco que si tuviera que hacer una lista con las diez mejores películas de la historia del cine no estaría ninguna de Star Wars entre ellas (ni entre las primeras veinte), sino las de directores como Welles, Kurosawa, Hitchcock, Coppola, Ozu, Ford, Bergman, Buñuel, Scorsese… Pero sí considero que la saga de Star Wars es un hito absoluto en la historia del cine, una obra maestra en su género, y desde niño (la primera película que vi en el cine de Star Wars fue El retorno del Jedi con 5 años) sueño con tener un sable de luz y he jugado a ser Luke (en vivo, en rol y en videojuego).
         En fin, lo que quiero decir es que voy a hacer una crítica basada en sensaciones, en la experiencia de la película, no un análisis cinematográfico de la misma (aunque tampoco soy un espectador que no ha visto otra cosa que Star Wars por muy fan que sea de la saga).

         “Luke Skywalker ha desaparecido.” Esta primera frase del guión es una genialidad. Tal vez alguien que no sienta como suya la trilogía original no podrá verlo así, pero a mí me dio un vuelco el corazón. La frase aprovecha toda la épica del personaje y nos deja huérfanos desde el primer segundo. ¿Cómo que le pasa algo a Luke? ¿Qué? Estamos perdidos, cuéntame más, cuéntamelo todo. Si La guerra de las galaxias empezaba in media res con una nave gigantesca atacando una minúscula, explicándonos todo en cuatro o cinco planos, El despertar de la fuerza, con cuatro palabras, ha sembrado el desasosiego en todos los espectadores amantes de Star Wars (queda hacer lo propio con el resto de espectadores, cierto, pero no sabría decir cuándo ni cómo ocurre esto porque no soy uno de ellos). Así empieza pues la nueva película, y es un grandísimo comienzo, y para mí el resto no desmerece de él salvo en ocasiones puntuales.
         Lo mejor de El despertar de la fuerza es lo nuevo y lo peor es lo viejo. Con lo viejo no me refiero naturalmente a Han, Chewbacca, Leia o C-3PO, me refiero al calco del guión respecto a La guerra de las galaxias: un droide (antes dos) con un mapa secreto (antes planos secretos) perdido en el planeta desértico Jakku (antes Tatooine) que dará con una huérfana (antes un huérfano) completamente alejado de los avatares políticos que rigen la galaxia, pero cuyo destino discurrirá a partir de ese momento de forma paralela al de esta. Un antiguo guerrero (Obi Wan/Han Solo) hará de mentor de este héroe en ciernes, y morirá asesinado por un villano enmascarado (Darth Vader/Kylo Ren) que actúa como brazo ejecutor de un ser misterioso y poderoso (el Emperador/Snoke) que encarna a las fuerzas del mal y dirige con puño de hierro un ejército (el Imperio/la Primera Orden) para tiranizar al mundo, y que ha creado un arma capaz de destruir planetas enteros. El bien aparece representado por la Resistencia (antes Rebelión) cuyo objetivo es destruir el planeta (antes nave gigantesca) que alberga el arma enemiga, y lo hará atacando un punto débil de la misma resultando en victoria justo cuando todo parece perdido. Además, dicho guerrero enmascarado resultará estar emparentado con los héroes de la Resistencia (Darth Vader era el padre de dos de ellos, Kylo Ren es hijo).
          De acuerdo, sí, hay escenas calcadas de películas anteriores, pero lo nuevo… lo nuevo es genial y engarza perfectamente con lo viejo (pensemos sin más en si nos resulta verosímil o no el dolor que siente Rey al presenciar la muerte de Han Solo, si no se ha logrado ya una conexión entre ambos como la de Luke y Obi Wan en La guerra de las galaxias). Rey es un personaje extraordinario, y tampoco le van muy a la zaga Finn (¡un soldado de asalto desertor!) y Poe. Además, el hermanamiento de estos personajes es muy emotivo: Finn y Poe se ayudan a escapar mutuamente y enseguida se crea un vínculo entre ambos, lo mismo que entre Rey y Finn. Los diálogos son ágiles, verosímiles y a menudo graciosos. La primera aparición del Halcón Milenario, una nave icónica y legendaria para nosotros, una chatarra que sirve de segundo plato a Finn y Rey, resulta casi natural y la persecución por Jakku por los entresijos del cadáver de un destructor estelar es vibrante. La película es divertida, muy divertida.
Cierto, la Primera Orden es más de lo mismo (pero la propia película lo explica, en el fondo solo hay bien y mal, luz y oscuridad), pero no es el Imperio (aunque puede que lo llegue a ser) porque de hecho el poder establecido no es el de la Primera Orden, sino el del Senado de la República que ha sido restaurada. Y esto lleva a preguntas interesantes acerca de la naturaleza de la Resistencia. ¿Exactamente qué tipo de general es Leia?, porque la Resistencia no es el ejército de la República, es más bien una especie de milicia paralela. La Primera Orden parece una especie de DAESH, porque tienen su propia porción de territorio, y si el Senado es la ONU, ¿qué es la Resistencia? Los cascos azules no. O si lo que hay es una guerra civil está claro quiénes son los franquistas y quiénes los republicanos, pero la Resistencia no sería el ejército de la República, sino una especie de ejército de milicianos que combate con la República pero al margen de la legalidad de la República. Ojo, no es que esta situación haga más interesante la película, pero la hace diferente, que es en lo que estamos. Nada es tan nuevo ni tan viejo.
         Vale, otra vez una cantina, pero acaba bombardeada y esta vez no es solo refugio de villanos sino una guarida de la Resistencia, una suerte de templo que esconde incluso reliquias de la fuerza. Vale, otra vez un droide, ¿y qué coño esperábamos en el universo de Star Wars? Por lo menos esta vez no son exactamente los mismos droides cuya aparición en la nueva trilogía resultaba forzada y encima generaba problemas de continuidad entre las distintas partes (Obi Wan en La guerra de las galaxias no recuerda todo lo vivido con R2-D2 en La amenaza fantasma, El ataque de los clones y La venganza de los Sith). De todo lo viejo resucitado lo único que claramente estorba hasta el punto de fastidiar nuestra indispensable “suspensión de la incredulidad” coleridgeana es la Estrella de la Muerte versión 3.0 (por mucho que sea un planeta y que el arma sea distinta). A mí, cuando en el cuartel general de la Resistencia vuelve a salir el mismo holograma de películas anteriores, el plan vuelve a ser buscar esos oportunos “puntos débiles” que siempre tienen las superarmas destructoras de mundos de los malos, se repite la misma cuenta atrás que marca el punto en que el rayo destructor arrasaría la base de los buenos si no lo destruyen… pienso, “¡venga ya!”. Una lástima, creo que unos pequeños y sencillos cambios podrían haber matizado esa sensación de plagio: que no se destruya el planeta enemigo al completo, sino tan solo su arma, y que el ataque sea solo a base de infiltrarse entre las líneas enemigas, sin bombardeo aéreo, por ejemplo.
         Sí, vale, hay demasiado viejo ya, pero por ponerme un poco cultureta diré que la novedad de la historia no lo es todo en un relato como sabemos por la Poética de Aristóteles (que me sigue pareciendo más de veinte siglos después el mejor tratado de estética jamás escrito sobre el arte dramático, aunque se recuerde siempre por su parte más prescindible de la unidad de tiempo, lugar y acción). Los mitos narrados en las tragedias clásicas eran de sobra conocidos por el público, lo que permitía apreciar la forma que el poeta daba a dicho contenido. Por ello la sensación de déjà-vu de la película no impide disfrutarla (aunque sea lo que la hace desmerecer), porque de hecho es solo el esqueleto sobre el que se apoya lo sustancial que es el viaje de los héroes, sus aventuras. Reconozco que me sentiría algo estafado si la siguiente película remedara El imperio contraataca y la última El retorno del Jedi, pero mientras se trate de la primera, que sirve de transición, en la que los antiguos personajes no pueden dejar volar aún solos a los nuevos en su propia trilogía, entonces considero que es comprensible y probablemente una buena solución.
         Por otra parte, hay cosas que parecen viejas y no lo son. Personalmente, Kylo Ren y su máscara, así como su relación con Leia y Solo… al principio me hicieron sentir “esto es Darth Vader 2” y obviamente ningún villano podría estar a la altura de Darth Vader. Ahora, si este villano tiene sus ataques de furia adolescente frente a la perfecta parsimonia vaderiana, si resulta que se quita la máscara para dejarnos ver su fragilidad (y el actor además consigue resolver un papel extremadamente difícil), si hay una autorreferencia explícita al modelo (Kylo Ren se parece a Vader porque quiere ser Vader, no es decisión del guionista sino “suya”, no es contingente sino una necesidad del personaje) y por fin presenciamos en vivo y en directo su conversión en villano definitivo con un acto constitutivo que es la mayor abominación moral posible, el parricidio, entonces la cosa cambia. Se nos ha contado y hecho sentir en una película todo lo que Lucas fue incapaz de hacer convincentemente en tres películas con el insufrible Anakin que construyó Hayden Christensen. Durante la película creímos que Kylo Ren podía ser redimido, ahora tenemos la certeza de que no, o mejor aún, de que el propio Kylo Ren tiene esa certeza, porque cuando alguien ha cometido un acto tan atroz como el suyo cree que no es posible el perdón, de hecho Kylo Ren mata a su padre para forzarse a no tener vuelta atrás. La lucha interna de los personajes que también existía en la saga original por sus relaciones familiares estará mucho más presente en esta nueva trilogía porque hemos visto el acto atroz de Ren, perpetrado sobre un personaje al que los fans amamos, pero Ren sigue siendo el hijo de Leia y sobrino de Luke, a quienes también amamos, y hemos visto su debilidad. A ver cómo digerimos esto en las siguientes dos películas, cuando se convierta (supongo) en un auténtico cabrón menos débil y más peligroso, pero no deje de ser el hijo de Leia y sobrino de Luke.
         Otra razón por la que lo viejo no parece siempre tan viejo tiene que ver con cambios en la estética de la narración: el toque más “realista” en lo que se refiere a las operaciones bélicas. La matanza del principio está narrada al estilo de una película en que los soldados de asalto fueran fuerzas norteamericanas buscando a un Vietcong en un pueblo vietnamita. Si toda la película fuera así sería un desastre (habríamos pasado del cine fantástico y de aventuras con tintes de ciencia ficción, la ópera espacial, al cine bélico con tintes de ciencia ficción), pero es de apreciar esa novedad en las escenas puramente bélicas, convirtiéndolas en escenas realmente guerreras, dado que se nos ofrece en dosis homeopáticas.
         Por último, me encanta que el universo de Star Wars haya vuelto a hacer (¿sería viejo?) algo tan inusual (¿nuevo por tanto?) como darnos un protagonista de sexo femenino que es realmente protagonista y que es realmente de sexo femenino. Obviamente no juzgo las obras de arte por sus parámetros morales, y menos aún los del cine fantástico y de aventuras, en esto soy un wildeano radical: “no existe algo así como un libro moral o inmoral, un libro está bien o mal escrito, eso es todo”. Nada me disgustaría más que un pegote de sermón progre en mi saga de aventuras… si resultara ser un añadido forzado, pero no es el caso. Las películas que buscan entretenernos no tienen por qué ser además educativas, pero cuando no entorpece la diversión con una moralina edulcorada, la moraleja o la enseñanza que nos transmite la peripecia del héroe aparece como una suerte de justicia poética, como un cierre catárquico y lógico a dicha peripecia. Forman parte de lo positivo de mi experiencia de leer o ver Harry Potter y la piedra filosofal, por ejemplo, los valores dignos de admiración de sus personajes, y cómo son esos valores (amistad, lealtad, valentía, ingenio, humildad…) los que les llevan al triunfo sin que resulten el pegote que el moralizador añade a la historia, pues ellos son el auténtico motor de los personajes y por tanto de la historia misma, y si los personajes son creíbles, también lo es la historia. Así que celebro que exista un personaje como Rey, con la que se empatiza desde el primer momento, que no es un varón con tetas, sino una mujer, tan débil y fuerte como cualquier protagonista, tan atribulada y valiente como cualquier héroe en ciernes. Rey, Leia (por mucho que la vistieran de esclava en El Retorno del Jedi) no se definen por su relación con otros personajes varones y no pretenden ser un modelo digno de admirar solo por las mujeres, merecen admiración a secas. Les reto a que busquen otras heroínas en el cine fantástico y de aventuras semejantes. Esto además queda patente en una de las mejores escenas de la película que en el fondo nos habla de la historia y la mirada del cine: Rey no ve normal que Finn le agarre la mano para ponerla a salvo, nosotros, si ella no nos lo dice, habríamos sido tan pazguatos como Finn y lo habríamos visto con naturalidad. ¿Quién no se rió en el cine con esa escena? Creo que pocos. Y no fue la única escena que logró que nos riéramos, ¿me equivoco? Si Star Wars aspiraba a hacer que nos lo pasáramos bien respetando el espíritu de la saga original, entonces creo que ha pasado el examen con nota.
         Es inevitable comparar esta película con las demás de la saga, para mí está a la altura de la trilogía original, tal vez algo peor que ellas, pero superior a las que conforman la trilogía más reciente. Como muestra un botón: en la orgía de duelos de sables de luz que nos ofrece la última trilogía, ni uno se acerca ni remotamente (y eso que tenemos ni más ni menos que el mítico duelo entre Anakin y Obi Wan) a la carga emotiva de los duelos de la trilogía original (si acaso el momento en que Obi Wan quiere vengar a Qui-Gon frente a Darth Maul), el de Ray y Kylo Ren sí, por fin desde hace mucho parece que de verdad estén luchando y no haciendo una especie de baile coreográfico. Vuelta con Aristóteles, el espectáculo es un recurso fácil, la peripecia, eso es lo valioso. No es la espada, es el hombre.


Evaluación:
         - Sobresaliente: la producción, J.J. Abrams (en el apartado de dirección), los actores (sobretodo Daisy Ridley), John Williams (¿cómo no?) y los encargados de los apartados técnicos.
         - Notable: Lawrence Kasdan, Michael Arndt y J.J. Abrams (en el apartado de guionista).

jueves, 3 de diciembre de 2015

Contra la cultura del esfuerzo

          Quiero volver hoy sobre un tema que ya traté tangencialmente en una entrada anterior (El problema de España): el análisis del eslogan "cultura del esfuerzo". A todos los que somos críticos con  los principios de la LOGSE nos quieren colar de rondón una explicación mágica de sus males simplificando el problema con un leitmotiv que se repite desde hace tanto que cabe preguntarse cuándo, si es que lo hizo en algún momento, existió esa "cultura del esfuerzo" perdida o si se trata más bien de una suerte de primer motor inmóvil. "El sistema educativo español falla porque falta cultura del esfuerzo". Problema resuelto. Cuando los estudiantes entiendan que el esfuerzo es necesario y valioso el sistema educativo finlandés nos envidiará.
          ¿Pero en qué consiste el esfuerzo? ¿Por qué sería el esfuerzo valioso? Si el esfuerzo significa trabajo, producción de energía, entonces el esfuerzo no es un fin en sí mismo, trabajamos para producir un bien ulterior. El esfuerzo, en principio, no es bueno per se, sino en función de sus resultados. ¿O no es así? Para los voceros de la cultura del esfuerzo no, para ellos nuestra autorrealización pasa por el hecho de que haya una cierta cantidad de sufrimiento en el proceso de obtención del resultado deseado. Según ellos la consecuencia de vivir en una cultura en que el esfuerzo no se considera un bien es vivir en una cultura de la pereza, de la holgazanería, de ser premiado sin razón. Vivir sin cultura del esfuerzo convertiría a nuestros alumnos en personas reacias a cumplir con sus deberes, a estudiar, a hacerse acreedores de los bienes que reciben.
          A mí, en cambio, mi corazoncito nietzscheano me dicta que la cultura del esfuerzo no es sino un valor ascético, y que en ella se esconde agazapado el nihilismo. Yo juraría que quienes ensalzan la cultura del esfuerzo en el fondo lo que reclaman es una moral del sacrificio. Queremos alumnos inteligentes y aplicados, que aprendan y saquen buenas notas, ¿si pudieran lograrlo sin esfuerzo sería menos valioso que si no fuera así? La cultura del esfuerzo sugeriría que sí, es más, la mayor parte de los alumnos diría que sí, que tiene más mérito el aprobado de alguien a quien le cuesta mucho que el sobresaliente de aquel a quien le cuesta poco. Esto sugiere que a nuestros alumnos no les falta cultura del esfuerzo, dicha cultura es su cultura, de hecho les sobra. Parece que de lo que se trata es de que las cosas salgan bien con sacrificio, y si no con mala conciencia, lo de que salgan bien es secundario, el caso es que tiene que haber sufrimiento. Son muchos los alumnos que reclaman en la ESO (e incluso en Bachillerato) aprobar o que se les puntúe más alto "porque me he esforzado". Ejem, si eso no es cultura del esfuerzo... Yo diría más, es adoración, idolatría del esfuerzo.
          No, la cultura del esfuerzo resulta de la torpe identificación de mérito y esfuerzo, confunde medios (el esfuerzo) con fines (el producto del esfuerzo), y dicha confusión sí que es uno de los grandes males morales de nuestra educación: pensar que el sufrimiento es valioso (y por tanto un fin en sí mismo). Lo contrario a la cultura del esfuerzo no sería la cultura de la pereza, sino la cultura del resultado, aquella que defiende que lo fundamental es el producto y no la cantidad de trabajo requerida como pretenden los que alaban el esfuerzo. Mi nariz nietzscheana huele aquí el tufo de una moral de buenas intenciones frente a una moral de buenas acciones: "la cagué pero me esforcé" es a la cultura del esfuerzo lo que el "le jodí pero mi intención era buena" es al voluntarismo cristiano.
          No obstante no quiero reivindicar aquí esa cultura del resultado que se opondría a la cultura del esfuerzo, sino defender una cultura de la responsabilidad (o del mérito), que sí que vendría muy bien (y no solo a los estudiantes, sino a los ciudadanos españoles en general). Quiero revindicar el ideal kantiano de autonomía frente al cristiano de bondad pero también frente al consecuencialismo del utilitarista. Lo que es necesario es que los estudiantes se hagan acreedores de sus acciones, que se hagan responsables de sus aciertos y fracasos, en lugar de exculparse sistemáticamente responsabilizando a factores que escapan a su control ("el profe me tiene manía", "esta asignatura es demasiado difícil", "este centro es muy exigente"). Y otro tanto para los ciudadanos, pues hemos de entender que el que la vida en sociedad sea agradable es responsabilidad nuestra, que hacer de nuestras ciudades un lugar hospitalario está sobre todo en nuestra mano. Vivir sin ruido y suciedad depende de que no hagamos ruido y no ensuciemos y de que no consintamos que otros lo hagan, no de que nos quejemos en voz alta diciendo "joder es que no limpian", "joder es que no hay papeleras", "joder es que no hay baños". Que tantos empleen las calles como baños públicos no es falta de cultura del esfuerzo, es falta de responsabilidad, de rendición de cuentas por lo que uno hace. Que haya tantos corruptos no es falta de cultura del esfuerzo, es falta de responsabilidad, de rendición de cuentas, porque la gente consiente con su voto al corrupto su corrupción. Vivimos en una sociedad esforzada pero impune e irresponsable.
          La responsabilidad consiste en aceptar los conceptos de mérito y demérito, esto es, hacerse cargo de aquellas cosas que dependen de uno, para bien y para mal. No abandonarse por no tener el control absoluto de nuestras vidas, sino asumir la parte de la carga que es nuestra sin empequeñecerla hasta límites irrisorios cargándosela a los demás. A base de fuerza de voluntad no se logra el éxito (como reza el estúpido eslogan también muy popular de "si te lo propones puedes conseguirlo todo"), pero sin ella es imposible, por lo que asumir que debemos rendir cuentas por nuestra debilidad en la acción en lugar de autoengañarnos buscando chivos expiatorios es hacerse cargo de la propia vida, ser responsables, y esa es la cultura necesaria, porque mérito y esfuerzo no son sinónimos, como tampoco lo son responsabilidad y culpa. Dejemos el esfuerzo y la culpa para los catecismos y eduquemos en la valentía de asumirse cada uno como su propio destino. Tiempo habrá de entender qué cosas no dependen de nosotros, porque si partiéramos de ellas podríamos concluir que nada está en nuestra mano, y si nosotros mismos estamos dispuestos a tenernos por marionetas no podemos esperar que los demás no nos traten como tales.
Licencia de Creative Commons
El niño que juega a los dados is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported License.