domingo, 23 de octubre de 2016

El PSOE y las golosinas

          Todo apunta  que el PSOE, en breve, se convertirá en el partido más odiado por sus propios votantes. El lamentable espectáculo que han dado sus luchas intestinas lo justifica, aunque cada sector de los votantes del PSOE busca su propia explicación: para unos pocos el PSOE se ha "podemizado", para una mayoría el PSOE no es suficientemente de izquierdas.
          A mí no me ha alejado del PSOE que no sea suficientemente de izquierdas, sino que no sea suficientemente nada. El PSOE se ha convertido en un partido fofo. Fofo en lo ideológico, en lo institucional y en lo orgánico. La prueba de su fofez ideológica es que el único argumento contra los que hablábamos de PPSOE era decir que su odio al PP era más intenso que el de los demás (supongo que así se firmó el pacto Ribbentrop-Molotóv, nos odiamos mucho pero nos repartimos Polonia). Respecto a su fofez institucional está esa esquizofrenia con que el PSOE va de garante de las instituciones en que se han plasmado las democracias española y europea, pero por otra parte se siente llamado por los vientos del populismo que claman que no hay más ley legítima que la acordada en un plebiscito. Y por fin está su fofez orgánica, visible en el hecho de que no ha sabido diseñar un mecanismo de promoción interna en que llegasen a los puestos importantes personas con talento sino profesionales del apparatchik (véase Susana Díaz) o títeres (que a veces salen díscolos y quieren cortar sus hilos, véase Pedro Sánchez). La mejor prueba de esa fofez es el desastre que estamos viviendo, la fofez viene de lejos pero el trombo se ha formado ahora y ha habido infarto.
          ¿Y qué puede hacer ahora el PSOE? Creo que poca cosa, pero por lo pronto darse tiempo, uno no se recupera de un infarto así como así. Si el recambio es el puro apparatchick susanista la cosa pinta muy mal, si la alternativa es querer hacer la jugada de ser Podemos cuando ni siquiera IU fue capaz y lo tenía mucho más fácil, pues tampoco la perspectiva parece buena. El PSOE deberá hacer un esfuerzo ímprobo para recuperarse y está por ver que tenga arreglo. Yo deseo de corazón que lo tenga.
          Pero insisto en que eso requerirá tiempo, así que si se me pregunta qué ha de hacer el PSOE durante la investidura del infausto Mariano Rajoy, creo que le conviene abstenerse, pues sería la única forma de ganar tiempo. Creo que esto era lo que más le convenía incluso antes de dar el lamentable espectáculo que ha dado, y que de haberlo hecho en su momento le habría pasado menos factura de lo que lo hará ahora.
          ¡Pero entonces se está dando el gobierno al PP, que está corrupto hasta el tuétano! Cierto. El PP a día de hoy es repugnante, no solo por lo que ha hecho, sino porque no se le ha oído un atisbo de arrepentimiento, de propósito de enmienda. El PP no es solo un partido corrupto, es sobretodo un partido que no da la impresión de querer dejar de serlo.
          ¡Ni los votantes, sigue teniendo mayoría! Esto dicen muchos, pero he de disentir. Hace ahora casi un año, en las elecciones del 20 de Diciembre de 2015 el PP perdió tres millones y medio de votos (63 escaños, réstenselos a cualquier otra formación política y verán qué risas). A mí aquel parlamento me encantaba y el PSOE no estaría pasando por este mal trago si hubiera logrado que Ciudadanos y Podemos no se vetaran mutuamente (renunciaran a sus respectivos "no es no"). Recordemos, por cierto, que la responsabilidad de formar gobierno recayó sobre el PSOE porque el PP renunció a ello. El PP recibió un castigo por la corrupción que ni siquiera el PSOE de los años noventa había sufrido, no puede pretenderse que "castigo de los votantes" signifique "extinción del partido". ¿Los votantes refrendan la corrupción? Eso quiere hacernos creer el PP, pero los ciudadanos la condenan, lo que ocurre es que sopesan más de un factor a la hora de votar y el de la corrupción puede verse compensado por otros (por cierto, que tampoco parece que Susana Díaz y el PSOE andaluz puedan presentarse como adalides de la lucha contra la corrupción).
          En fin, el PP perdió la mayoría absoluta por mucho y hubo una oportunidad de que hubiera un gobierno alternativo, pero no pudo ser.
         En las elecciones del 26 de Junio de 2016 el PP aumentó su mayoría, pero siguió quedando lejos de la mayoría absoluta, el problema era y es que un gobierno alternativo al del PP ya carecería de sentido (dado que Ciudadanos y Podemos siguen en su "no es no") pues ¿qué legitimidad tendría un Presidente que no alcanzaría la mayoría absoluta de escaños en el Congreso ni aún multiplicando por dos sus diputados como habría ocurrido con Pedro Sánchez? Las opciones serían pues gobierno del PP en minoría (esto último es fundamental) o terceras elecciones. Supongo que desde la perspectiva de Podemos o Ciudadanos unas terceras elecciones no suenan tan mal, pues podrían repartirse los despojos del PSOE, pero para el PSOE...
          No obstante el problema permanece: el PP es un partido corrupto, co-causante con el PSOE de la crisis en que estamos sumidos, y que además no muestra signo alguno de arrepentimiento ni de renovación. Y aquí es donde entran en juego las golosinas.
          En los años 60 del pasado siglo Walter Mischel, psicólogo americano de la Universidad de Standford, diseñó un experimento para estudiar la capacidad de autocontrol de un grupo de niños. El experimento era sencillo: llevaban a un niño a una sala donde había una golosina y le daban la instrucción de que si resistía la tentación durante 15 minutos en que permanecería solo en la sala podría comerse 2 golosinas. El seguimiento posterior de esos niños señaló  que en general, aquellos niños que habían logrado contener sus impulsos de comerse la golosina, fueron a lo largo de su vida más capaces de perseverar en conseguir sus objetivos profesionales, menos proclives a caer en la depresión, y llevaron vidas más estables con relaciones más duraderas.
          El PSOE se enfrenta ahora a un test similar, pero en lugar de tener enfrente un refuerzo positivo tiene ante sí un estímulo aversivo: abstenerse en la investidura de un presidente infumable. Pero ese estímulo aversivo podría doblarse si se postpone, pues todas las encuestas apuntan al derrumbamiento definitivo del PSOE en unas terceras elecciones y una victoria del PP. El PSOE se enfrenta al test de la quinina: puede tomarse una pastilla de quinina ahora o dos pastillas más adelante.
          Venimos de cuatro años de mayoría absoluta del PP (Ley mordaza, LOMCE, recortes), y si alguien me preguntara "¿preferirías que el PP tuviera que gobernar en minoría?" respondería "sí, sin duda". Habría preferido un gobierno fruto de un Congreso de los Diputados con un PP con 120 escaños, pero no pudo ser, y aún así un gobierno con un PP de 137 escaños me parecería una enorme mejoría dado de dónde venimos... y creo (y las encuestas me dan la razón) que si seguimos insistiendo con las elecciones corremos muy seriamente el riesgo de volver a la casilla de salida (y nos comemos enteritas la Ley mordaza, la LOMCE y los recortes). Creo sinceramente que un gobierno del PP en minoría es lo menos malo que podría lograrse y que sería por tanto lo más conveniente para el PSOE. Hay quien se niega a verlo porque cree que existe una tercera opción, pero me temo que son aquellos que no pasarían el test de las golosinas en su versión quinina, y por tanto acabarían obligándonos a todos a consumir la doble ración de amargor. Lo último que quiero es una mayoría absoluta o muy dominante del PP, y la única certeza que existe a día de hoy es que ahora mismo el PP no la tiene, ¿quién sabe que podría ocurrir en unas nuevas elecciones?
          Todo conduce a pensar, pues, que el PSOE debería permitir el gobierno de este, el peor presidente de la historia de la democracia española, pero no a cualquier precio. ¿La corrupción del PP podría contaminar a quienes se abstengan? Bien, que condicionen su abstención a una declaración pública de condena a la corrupción propia, unas disculpas públicas y un compromiso de colaboración con la justicia así como de una legislación más estricta con los mecanismos de financiación de los partidos. Esa abstención condicionada vuelve a dejar la pelota en el tejado del PP: ¿Quiere usted gobernar? Pues pida perdón por lo que ha hecho, muestre arrepentimiento y comprométase a evitarlo en el futuro. Si no lo hace, no hay abstención, si no cumple su compromiso, habrá moción de censura. De esta forma el PP, Mariano Rajoy, por fin tendría que hacer algo en lugar de sentarse a esperar a que los demás se despellejen y el PSOE podría justificar su abstención. Se puede tratar con corruptos si se arrepienten, si van a hacer algo por hacer desaparecer la corrupción en el futuro, lo que es insoportable es que pretendan que aquí no ha pasado nada, eso es intolerable.
          En fin, el PSOE podría haber negociado mejor hace un mes, realmente es una lástima que Podemos y Ciudadanos se vetaran mutuamente, porque eso reducía las opciones a estas tres (como apunta mi amigo Javier Franzé en este artículo en que defiende que la abstención del PSOE es la peor de las tres): un gobierno del PSOE con Podemos y los partidos nacionalistas (incluida una derecha corrupta equivalente al PP, la catalana), un gobierno del PP con la abstención del PSOE y terceras elecciones. Las tres tienen algo en común, serían nefastas para el PSOE y buenas para PP y Podemos. Después de la implosión socialista juraría que la primera de estas opciones ya no es una alternativa real, y quedan pues las dos que dibuja el test de las golosinas en su versión quinina, pero dado que el PSOE necesita tiempo... juraría que realmente no tiene opción.

sábado, 22 de octubre de 2016

Contra las reválid... perdón, "evaluaciones finales"

          Ya escribí sobre este tema en la entrada "Un test para gobernarlos a todos", pero ahí me centré en el formato de las futuras reválid... perdón "evaluaciones finales" y en algunos errores de bulto (como el despropósito de que los alumnos se examinen de Filosofía un año después de haber cursado la asignatura). Ante la huelga del próximo Miércoles 26 de Octubre de 2016 por la derogación de la LOMCE (para la cual también he ofrecido razones aquí) y la paralización de las reválid... perdón, "evaluaciones finales", querría criticar algunos aspectos más generales de las mismas.
          Empezando por mi consabido quintacolumnismo debo decir que, tal y como me recordaba una compañera profesora, elegir este día 26 no es muy adecuado, habría que esperar a que hubiera un gobierno que pudiera derogar la ley para demandar su derogación (parece obvio, ¿no?), así que yo haré la huelga pero ella por ejemplo no, y lo entiendo, a mí también me dan repelús las huelgas que son mero exhibicionismo ideológico. También, aunque coincidiendo con la mayor parte de las razones contra las reválid... perdón, "evaluaciones finales", no me gusta el argumentario made in Sindicato de Estudiantes: lo de "reválidas franquistas" es una reductio ad Hitlerum, esa falacia híbrida de argumentum ad passiones y ad hominem (así mismo podríamos hablar de las "regresivas viviendas de protección oficial franquistas" pues fue el Instituto Nacional de la Vivienda de Franco el que construyó las primeras).
          Así mismo, he de decir que tampoco soy un firme objetor a la existencia de evaluaciones externas (más bien lo contrario) en Educación, pero si algunos defienden la derogación de la LOMCE con argumentos bastante pobres, no hablemos ya de los argumentos de quienes están defendiendo la implantación de estas reválida... "evaluaciones finales". Se ha oído por ejemplo la sandez de que las actuales Pruebas de Acceso a la Universidad no funcionan como evaluación porque más del 90% de los alumnos las aprueba. Y esto es una sandez porque solo se presentan a ella quienes han aprobado el Bachillerato (que no son todos los alumnos), por lo que es lógico que los que las hacen aprueben, y porque además su función es la de ordenar a los solicitantes de una carrera universitaria según su calificación y no darles título alguno.
          Hay argumentos razonables que podrían justificar la existencia de unas evaluaciones finales al acabar la ESO o el Bachillerato, todos ellos basados en la equidad. Por ejemplo para que no contara tanto el centro en el que uno estudia, pues podría ser que uno inflara más las calificaciones que otro y así se homogeneizarían criterios, y se verían sometidos los centros privados a un control público de calidad. También, para que esas diferencias no se dieran entre las distintas regiones del país, disminuyendo la influencia de eso que llamó Rawls la lotería natural y social. Pero estas revál... perdón, "evaluaciones finales" no cumplen los requisitos mínimos para que esto sea así. Sin ir más lejos las distintas regiones del país podrán diseñar su propio examen (pero al final de Bachillerato este contará como examen de acceso a la universidad, a cualquier universidad del país, pudiendo existir un agravio comparativo entre Comunidades Autónomas según la complejidad de cada examen). Lo único valioso del examen que planteaba la LOMCE era que se trataría del mismo examen a nivel estatal y eso es lo único en lo que se ha dado marcha atrás (el poder inamovible en España no es el del IBEX35, es el de las CCAA). Que las PAU fueran distintas según la Comunidad Autónoma habiendo un distrito universitario único era un despropósito, pero las futuras revál... mira que le den, "reválidas" (ya nos entendemos todos) no resuelven este problema, lo empeoran.
          Uno puede pensar también que se han rebajado muchos los estándares para obtener el título de graduado en la ESO. Es posible. A día de hoy cabe la posibilidad de que un alumno obtenga el título hasta con tres asignaturas suspensas (con la nueva ley en la mano, al menos en la Comunidad de Madrid, con incluso más). ¿Es la reválida de la ESO la solución a ese problema? Lo dudo, y aquí me veo obligado a hacer una pequeña disgresión sobre lo que supone estudiar y enseñar en secundaria.
          Existe un mundo que la mayor parte de las personas no conoce, o solo conoce por los periódicos. Directamente solo acceden a ese mundo quienes viven en él o los trabajadores de los servicios públicos (trabajadores sociales, policías, personal sanitario y profesores). En ese mundo hay niños que no ven a sus padres más que alguna hora del día, que en ocasiones duermen en la calle, que son maltratados, cuyos padres no es que no tengan libros en casa sino que no saben leer bien, o que ni tan siquiera saben hablar nuestro idioma, que no pueden pagar la luz, a los que les han cortado el agua, a los que han desahuciado y viven con unos familiares, u ocurre que uno los progenitores de estos niños está en la cárcel. Hay niños que tienen déficit de atención, trastorno hiperactivo, trastorno de la personalidad, que apenas comen, que apenas duermen, que pasan horas trabajando... El sistema público de educación debería ser un ascensor social para estos niños, y no lo es lo suficiente. No puedo entrar aquí en las razones de ese fracaso (que no es absoluto pero existe, los hijos de familias cuyos padres tienen un alto nivel educativo salvo contadísimas excepciones obtienen mejores resultados que los hijos de aquellas familias cuyos padres no tienen estudios, luego la escuela pública no consigue compensar completamente la desigualdad de partida), pero el caso es que ha de ser tenido en cuenta. Lo ideal sería homogeneizar objetivos, y de hecho no es rebajar el nivel como se tiende a creer lo que ayudaría al alumno con dificultades de partida, sino lo contrario, pues es eso lo que le daría la posibilidad de elevarse (entre otras muchas cosas, claro). Pero que existan criterios objetivos de evaluación (¿cómo podría ser de otra forma?) no implica que no puedan aplicarse atendiendo a las particularidades del alumno, esto es, adaptándolas a su mundo, y más concretamente a ese mundo que he dicho que la mayoría solo conoce por los periódicos (porque ese mundo no puede ni debe quedar fuera sin más, pues estoy hablando de la Educación Secundaria Obligatoria, no defendería lo mismo para Bachillerato). La pregunta es: ¿qué papel puede jugar el mundo del alumno en una evaluación externa? Ninguno. Por ello me parece injusto e indeseable que haya una reválida para obtener el título de graduado en la ESO. Por eso son injustos e indeseables los rankings de centros educativos según las calificaciones en pruebas externas. Yo he dado en clase en distintos centros, soy el mismo profesor, pero los resultados de mis alumnos son dispares no ya de centro a centro, sino de una generación a otra, sencillamente la materia prima no es la misma. ¿Tienen eso en cuenta las evaluaciones externas? No.
          Entiendo que estas consideraciones no han de importar para acceder al Bachillerato o a la Universidad: se requieren unos niveles mínimos, si el alumno no los tiene habrá de estudiar otra cosa. Pero entonces lo que necesitamos no son reválidas, son pruebas de acceso... vaya, ¡lo que ya había! ¿Se ha rebajado la exigencia en la ESO? Bueno, pues permitamos que accedan a Bachillerato solo aquellos alumnos que hayan aprobado todas las asignaturas. ¿Cuál es, por cierto, la alternativa a Bachillerato? La Formación Profesional. ¿Y qué sentido tiene hacer lo que ha llevado a cabo el Partido Popular de reducir las plazas en FP y subir los precios? La derecha defiende que hay muchos alumnos que hacen Bachillerato que no deberían, pero por otra parte les hace muy difícil que opten por otra cosa. Pura palabrería. En mi centro hay al menos cinco alumnos haciendo Bachillerato que sé que querían haber hecho un Grado Medio, que lo solicitaron, que estaban absolutamente convencidos (y yo sé que lo habrían hecho bien), era su vocación, pero no tuvieron plaza y están haciendo un Bachillerato que, salvo en un caso, creo que son incapaces de superar. Se pierde recursos, se pierde tiempo y sobretodo se van a la mierda cinco vocaciones. ¿La solución son las reválidas en la ESO? Ciertamente no. Insisto: si no queremos alumnos en Bachillerato que no hayan aprobado todas las asignaturas cambiemos los requisitos para su acceso, si no queremos alumnos en Bachillerato que no quieran cursarlo aumentemos las plazas de FP. La reválida es pura propaganda del tipo "cultura del esfuerzo" (eslogan simplón contra el que escribí aquí).
          He dicho al principio que estoy más bien a favor de las pruebas externas, sí, pero con carácter informativo, porque los profesores que enseñan en un determinado centro son los únicos que conocen en qué medida ese mundo escondido a la mayoría del que hablé más arriba incide en los resultados finales de sus alumnos. No es que quiera que evalúen a mis alumnos (salvo, insisto, para determinar cuáles de entre ellos merecen más acceder a una carrera que no puede ser accesible absolutamente a todos), sino que quiero ser evaluado yo, mi proceso de enseñanza, eso es lo que me parece útil de una evaluación externa, obtener, precisamente, un punto de vista fuera del propio.
          También, un buen examen externo puede ayudar a preparar mejor una asignatura. Pienso concretamente en el bien que le haría a la enseñanza de la filosofía de este país que el examen de una evaluación externa implicara realmente saber filosofar, fuera un auténtico comentario de texto o una disertación para los que habría que preparar a los alumnos. Cada vez que veo los exámenes de filosofía del Baccalauréat francés (que los alumnos tienen cuatro horas para realizar) creo que deberíamos ir pidiendo perdón por las esquinas los profesores de filosofía de España.
          Pero me estoy desviando de la cuestión, disculpadme, pues estoy hablando de cómo podría dotarse de sentido a unas evaluaciones finales de la ESO o Bachillerato, pero no es el caso. Las futuras reválidas son un sinsentido por lo dicho anteriormente pero también por otras razones que tienen que ver directamente con la configuración de la LOMCE entre las cuales la fundamental me parece que dejarían en el limbo a quienes las suspendieran en la ESO, sin posibilidad de acceder ni a Bachillerato ni a la Formación Profesional de Grado Medio. A eso le llamo yo combatir el fracaso escolar.
          Y todo esto por no hablar de que llevamos mes y medio de curso y aún no sabemos cómo serán los exámenes. Y quienes pretenden implantar estas reválidas son los que van por la vida de adalides de la seguridad jurídica. Ejem. Me sobran motivos para hacer huelga para pedir la derogación de la LOMCE y contra las reválid... perdón, "evaluaciones finales".       



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